viernes, 22 de junio de 2012


Hoy fue el peor dia de mi vida. O las peores horas.

Que estúpido es el titulo de mi blog. No lo cambiaré. Es una gran ironía: La vida es lo mejor que se ha inventado: JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA.

Mi mama habla muy duro con alguien por teléfono. Del mundial en 2014. Que si la Vinotinto que si el país. Yo espero estar muerta para 2014.

Hablan del novio de Rosangela que intentó suicidarse con un pote de Baigon. Se ríen. Yo solo quiero abrazarlo.

Hoy tuve miedo. Loca, que ladilla, me terminé de volver loca durante mis exámenes finales de la universidad. Mis huesos se convirtieron en plomo y las venas latían por el cambio. Me ajustaron un corsé en el pecho y yo solo pienso que es hora de dar el siguiente paso: internarme. Como Lisbeth Salander y Esther.

            El miércoles mi psiquiatra me dijo que podíamos empezar a bajar la dosis del antidepresivo. Que estaba lista. Que estaba manejando mejor mis –estúpidos- problemas. Que había mejorado mucho. Que había pasado más de un año. Que felicitaciones.

            Pero cada vez que mejoro y empezamos el proceso de dejar el tratamiento… tengo una recaída. No estoy segura si esta es una. Quizá soy farmacodependiente, quizá soy cobarde y mi cuerpo actúa acompasado con mi cobardía.

            Mi mamá habla por teléfono y grita. Habla con mi familia: la gente que se rió de mi estado depresivo y me llamo bipolar. Que me llamó amargada por encerrarme en el carro a llorar. Que se tomó como ofensa mi mala cara. Que le dijo a mi novio que volviera cuando quiera, pero que me dejara a mí en Caracas. Todo cuando suponían que yo no escuchaba. Mañana viene mi abuela, una de las voceras principales. La mayor representante de oposición contra mi “bipolaridad”.

En estos días escuché a mi madre decir algo como: para ser una bloguera exitosa, no debo autocensurarme; lo leí en internet. A mí me castigó y regañó incontables veces por escribir cosas como que a una tipa le metían los dedos. Hasta me dijo que esperara a cumplir dieciocho  años. Que como le hacía esto a ella. Qué vergüenza. Que bolas.

Hoy sentí que me desvanecía. No supe explicarlo porque nunca me había desvanecido. Me acosté en la oscuridad. Soñé que un zancudo gigante me tenía encadenada y cada día me succionaba medio litro de sangre. Hoy estaba arrecho y me succionó dos. Me moría. Me desvanecía. Todavía se siente así.

Todos están aburridos de mí. Los que no es porque no me han soportado lo suficiente. “Que ladilla, se siente mal otra vez”, piensan. Y como la vida es una mierda, yo me siento mal y además tengo que soportar la mirada de quelladillasesientemalotravez. Pero los entiendo. Yo también estoy aburrida de estar deprimida.

Los personajes de ficción son mis mejores amigos. En mi mente no hay una separación entre ellos y mi círculo social. A veces, me atrevería a decir que los quiero más.

Ellos no me conocen. No existo. Puedo ver sus vidas. No los ladillo. No saben que estoy deprimida. No me dan la mirada.

Con ellos puedo ser lo que siempre he querido ser: INVISIBLE.

jueves, 10 de mayo de 2012


She’s lost control

Llevo todo el dia escuchando Joy Division. Los conocí por una película a la que me llevo Andrea en Los Galpones. Son oscuros. Necesito oscuridad. En la oscuridad me siento a salvo porque nadie puede verme. Puedo acostarme, no voy a recibir otro estimulo más que los de la piel contra mi cama, la boca seca y el dolor en el pecho. NADIE PUEDE VERME. 

Dormir a oscuras... morir.

Nunca he podido llevar un diario: soy inconstante, floja y, en realidad, creo que mis sentimientos valen una mierda como para ser escritos. Constantemente estoy obligándome a ser disciplinada y no funciona.

Mi psiquiatra me pidió que escribiera. Siempre me he sentido libre escribiendo cualquier mierda, pero últimamente no lo he hecho. Si no es una “buena idea” no la escribo. Además, es mi castigo: no merezco sentirme bien. Estoy hecha de mierda. ¿Ya soy un cliché depresivo? Hablo de mi psiquiatra y escucho Joy Division. Profunda. Profunda una mierda.

Inmortal

Anoche soñé que tenía una banda como la de Joy Division. Éramos seis. Una de las integrantes se llamaba 69. La publicitamos así: “es capaz de lanzarse de clavado y girar como en posición fetal en el aire, como en una especie de voltereta”. Llegó el dia del concierto y la muchacha tenía que demostrarlo. Entonces, con determinación y esperanza se lanzó de un RASCACIELOS y dio dos vueltas en el aire, en forma de  caracol, girando con las rodillas pegadas al pecho, adelante y atrás. Dos veces. Luego, el viento la empujó mientras descendía hacia la ventana de un edificio más bajo. Obviamente murió. La emoción de los espectadores, y nuestro propio regocijo al probar que no mentíamos, duró tres segundos. La muchacha quedó aplastada contra la ventana y su cabeza se abrió. Después del suceso, continuamos con el itinerario. Nos lamentamos un instante, pero no nos detuvimos. Sabíamos el riesgo.

Lo molesto del sueño fue que, aunque mi personaje estaba abajo, segura, en el suelo, junto al resto, mi alma se trasmutó y fui ella. Desde que se paró, confiada, dijo algunas palabras y se lanzó del rascacielos. Era yo. Lo sentí. Las volteretas, el vértigo, la emoción y el impacto. Viví –como en casi todos mis sueños- mi miedo más grande, pero no morí. Después de aplastarme contra el edificio, volví a mi verdadero cuerpo y el dolor, miedo, vacio y desespero me paralizaron un instante. Tuve que continuar. Así funciona.

Soy tan obvia. Esto representa mi enorme defecto: me duelen los padecimientos ajenos. Alguien sufre y yo me encargo de llorar. Tomo el dolor y me lo inyecto. PORQUE ALGUIEN DEBE PAGAR Y A LOS DEMÁS NO PARECE IMPORTARLES. Sin embargo, irónicamente, nunca hago nada por ellos. Me paralizo en una esquina oscura a cortarme los brazos y deprimirme. No puedo ser feliz cuando alguien sufre. Mi mama dice que la vida es injusta.

Si la vida hace sufrir a quienes no lo merecen y yo no puedo ser feliz mientras los demás sufren, significa que: NUNCA VOY A SER FELIZ MIENTRAS VIVA.

Gracias

No me gusta agradecer por lo que tengo. Gracias por tener buena salud. Gracias por una casa. Gracias por una familia. Gracias por mi novio. Gracias porque mis dos padres están vivos y juntos.

No botes la comida que hay niños que no tienen.

Oh, vida, gracias por hacerme menos miserable que a los demás. Gracias por dale a ellos el dolor que podría tener yo.

GRACIAS POR LA GENTE QUE SUFRE… GRACIAS: mientras no sea yo.

Humana

También soy egoísta, injusta, agresiva, pasiva e idiota. Pero “soy humana” y puedo ser imperfecta.
No puedo, NO PUEDO, perdonarme por ser todas las cosas que aborrezco del maldito mundo. Duele. Duele tener que ver tanto dolor y que no pueda gritar, porque cuando grito me mandan al psiquiatra o intentan forzarme a ver una VIDA BELLA que al parecer todos conocen. Los odio.

Odio el odio. Soy un desastre y no voy a poder cambiar el mundo; ni siquiera a mí. Me quiero morir. Me quiero ir a Paris y que Venezuela se hunda, porque Venezuela me lastima todos los días con su doble moral, su conformismo, su egoísmo, su maldad, su agresividad, su barbarie, su apatía. ¿Lo peor? Probablemente, en el resto del mundo son así. Nunca seré libre. Estoy atrapada. Al menos Paris es una cárcel más bonita.

Cárcel

Estoy en una cárcel sin la autoridad visible. Donde la primera regla es SER FELIZ. Donde todos dicen SER FELICES, incluso cuando todos los días veo gente miserable. Donde me hacen parecer desubicada porque nadie, ni siquiera susurrándolo, me ha dicho “tienes razón, esta es una cárcel. La cárcel del dolor”. Sus rejas están hechas de OXIGENO, ALIMENTO  y AGUA. Nadie puede escapar. Jamás.

No decides cuando naces y te hacen saber que es malo decidir cuándo morir.

Siempre me he preguntado porque los presos no se suicidan. Están en una cárcel dentro de una cárcel.

Digo cárcel y pienso en mi casa. 

Traki

Voy a citar una frase de Franco que me fascina:

“Eso es lo dañino de ver tantas cosas malas, cuando ves algo regular lo tomas como grandioso. Como en Traki, hay tanta ropa fea que cuando ves algo medio decente te parece hermoso.”

Eso es lo que pienso de la vida.

Chanel

¿Por qué me gustan los animales? Aunque este ejemplo aplique con las mascotas en general, lo acercaré a Chanel:

Chanel me ama. No me pregunta porque lloro, se acerca y me da amor. Me escucha. No me juzga. No se mete en mis decisiones. No trata de aconsejarme. Solo me ama. Siempre se alegra al verme. Me es fiel. Me defiende. Me perdona.

Por eso me gusta tanto el sexo: solo nos dedicamos a obtener placer, nos sentimos hermosos, somos libre, estamos desnudo, no tenemos que hablar. Es parecido a dormir. Esperaré.

Me quiero morir.

lunes, 2 de abril de 2012

La rama seca


Está cansada. Tiene permanentes ganas de vomitar; el pecho y las mandíbulas oprimidas; el cuerpo pesado: peso muerto. La depresión le succionó la frescura y la elasticidad, y la convirtió en una rama seca: Corroída. Agrietada. Dura. Rancia. Ocre. Casi muerta. Un estorbo.

“Ay, ¿Pero por qué una niña tan bonita quiere morir?” Recuerda.

“¿Por qué le dan una niña tan bonita tanto dolor por cargar?” Refuta.

Suicidarse es una tarea sencilla. Siempre ha considerado que el ser humano tiene tantas y tan tontas maneras de morir… el que algunas personas vivan más de ochenta años es un hecho fantástico.

“La garganta es sencilla –continua- si la aprisionas mucho, mueres. Si la cortas, mueres. Si la obstruyes, mueres. Si la separas de tu cuerpo, mueres. Si le disparas a través de la boca, es inmediato. Si le añades una gran cantidad de antidepresivos y ansiolíticos al mismo tiempo, con varios tragos de agua…”

Considera que el hombre que está casi muerto es valiente: accede a vivir entre tulipanes siendo una rama seca. Una hazaña.

“Pero no hay hazaña más inútil que la de vivir sin ganas. ¿Acaso existe un premio para todos aquellos que desean morir pero no se matan? ¿Una indemnización?” Se pregunta.

Se asombra. Se desvía. Vuelve.

“¿Por qué estoy tratando de convencerme de algo que estoy segura?”

Reflexiona. Es valiente.

NO.

ES COBARDE. Todos lo son.

“El optimismo es la nueva cobardía”.

Solo quiere dormir.

Llora.

“¡Yo no soy así de gris!”

Se topa con sus uñas: están largas, no hay pedacitos de piel despegada, ni manchas vino tinto, ni zonas inflamadas. Se emociona.

Mira su antebrazo izquierdo. Son heridas viejas, castigos merecidos que deben permanecer allí como recordatorio. Mueve su mano derecha y con la yema del dedo pulgar estira la piel del anular hacia abajo: “una uña larga”.

Despide a la reflexión y desliza la pequeña garra desde la muñeca hasta la mitad del antebrazo. Arde.

Llora.

Llora.

Llora.

El cuerpo comenzó a cicatrizar la herida y manda una sensación momentánea de alivio. Observa la mesa de noche. Un libro. Un libro increíble. Se relaja.

“Yo no me puedo matar sin haber terminado la trilogía de Stieg Larsson”.

lunes, 6 de febrero de 2012

Egoísta

“Todo encuentro casual es una cita” (no se a quien atribuirle esto)

Es tan egoísta suponer que tú aún lo haces, cuando yo apenas te pienso un instante cada temporada: cuando escucho un nombre parecido al tuyo o la zona en donde vives u otras pocas cosas.

Ahora sí pienso en ti. También, en que no quiero escribir; solo leer y leer y leer. Escondida. Fuera. Y que nadie me vea ni me busque. Pero que me extrañen. No me molestaría que fueras tú.

Escasamente te recuerdo. La nostalgia disminuyó hace mucho y lo que crece es la indiferencia… ya no logro evocar tu voz o tus manos o como me veías.


Veo tus fotos por casualidad. Aparecieron mientras buscaba las de alguien más.

Si esto fuera una cita, aprovecharía para hablarte de mí. Y de quién más, si fue nuestro interés común. Tuviste tan poca importancia en aquel entonces que me da vergüenza lo cordial que eres en tus mensajes neutros, tristes y tímidos, pero constantes: “Feliz cumpleaños, Mari”.

Si esto fuera una cita, empezaría presentándome. No me reconocerías. He cambiado. Mucho. Estoy segura que te encantaría la manera como soy ahora; me parezco a ti. Te hablaría de cómo convivo entre la espiritualidad y el egoísmo. Las frivolidades y la inteligencia que me atribuyo, sin merecer, ante los demás. Bastante falsa. En eso sigo igual.

Sé que te agradaría, porque ahora tenemos más temas que discutir y yo tomaría nuevas posiciones al argumentar. Religión: ahora me sabe a mierda, créeme. Te agradaría tanto, tanto, que me perdonarías las humillaciones y el sufrimiento. Me perdonarías: no sé si porque todavía me quieres o porque ya no lo haces.

Esto no es una cita. No intento agradarte y me importa poco si te vuelves a sentir los estragos de la cólera mientras te miro. Solo quería decirte que, aunque sean pocas las veces, aún te recuerdo.