lunes, 2 de abril de 2012

La rama seca


Está cansada. Tiene permanentes ganas de vomitar; el pecho y las mandíbulas oprimidas; el cuerpo pesado: peso muerto. La depresión le succionó la frescura y la elasticidad, y la convirtió en una rama seca: Corroída. Agrietada. Dura. Rancia. Ocre. Casi muerta. Un estorbo.

“Ay, ¿Pero por qué una niña tan bonita quiere morir?” Recuerda.

“¿Por qué le dan una niña tan bonita tanto dolor por cargar?” Refuta.

Suicidarse es una tarea sencilla. Siempre ha considerado que el ser humano tiene tantas y tan tontas maneras de morir… el que algunas personas vivan más de ochenta años es un hecho fantástico.

“La garganta es sencilla –continua- si la aprisionas mucho, mueres. Si la cortas, mueres. Si la obstruyes, mueres. Si la separas de tu cuerpo, mueres. Si le disparas a través de la boca, es inmediato. Si le añades una gran cantidad de antidepresivos y ansiolíticos al mismo tiempo, con varios tragos de agua…”

Considera que el hombre que está casi muerto es valiente: accede a vivir entre tulipanes siendo una rama seca. Una hazaña.

“Pero no hay hazaña más inútil que la de vivir sin ganas. ¿Acaso existe un premio para todos aquellos que desean morir pero no se matan? ¿Una indemnización?” Se pregunta.

Se asombra. Se desvía. Vuelve.

“¿Por qué estoy tratando de convencerme de algo que estoy segura?”

Reflexiona. Es valiente.

NO.

ES COBARDE. Todos lo son.

“El optimismo es la nueva cobardía”.

Solo quiere dormir.

Llora.

“¡Yo no soy así de gris!”

Se topa con sus uñas: están largas, no hay pedacitos de piel despegada, ni manchas vino tinto, ni zonas inflamadas. Se emociona.

Mira su antebrazo izquierdo. Son heridas viejas, castigos merecidos que deben permanecer allí como recordatorio. Mueve su mano derecha y con la yema del dedo pulgar estira la piel del anular hacia abajo: “una uña larga”.

Despide a la reflexión y desliza la pequeña garra desde la muñeca hasta la mitad del antebrazo. Arde.

Llora.

Llora.

Llora.

El cuerpo comenzó a cicatrizar la herida y manda una sensación momentánea de alivio. Observa la mesa de noche. Un libro. Un libro increíble. Se relaja.

“Yo no me puedo matar sin haber terminado la trilogía de Stieg Larsson”.