jueves, 22 de julio de 2010

La desesperanzada soy yo

Pánico. Son repentinos ataques de pánico, ¿Dónde escuche eso? Ahh, si, ya recuerdo. Pánico Pánico Pánico Pánico Pánico.



Levante la mano quien comprenda.


Estaba pensando que no soy tan buena como pensaba. Tampoco estoy tan buena como creía. Qué triste. ¿Qué quiero? Coño, quiero que alguien se acerque y me diga que sirvo para esto. Pero, ¿Por qué necesito que alguien me recuerde que sirvo? Porque estoy clara que si a la gente no le gusta no llevo vida, sencillo.


Que ladilla, odio no tener ñ en mi teclado: Abre google, copia y pega. DIOS.


Un momento, no tiene sentido nada de lo que estoy diciendo (tampoco siento haberme desahogado). ¿Qué me pasa? Me estoy refugiando en un falso talento que a veces no percibo, que se nutre de las ilusiones de las personas que me aman.


O tal vez es verdadero, y solo necesita ser pulido. ¿Puedo vivir de él? Me da arrechera no poder escribir bonito.


Mi escudo optimista me deja desprotegida en varias ocasiones, y luego vuelve. Sí, Siempre vuelve, a luchar contra mis inseguridades por mí. Hace poco leí una frase que decía algo así: La esperanza es la herramienta que utiliza la vida para defenderse. Claro, siempre culpamos a la vida de nuestras mierdas…


La vida es injusta, el mundo es cruel.


¿Qué es vida? ¿Qué es mundo? ¿Qué es injusticia? Sin vida y sin mundo tampoco habría justicia, ¿Es su culpa que exista la injusticia o la crueldad? La vida no actúa, pero existe. La culpa es de nosotros, y es raro, porque nosotros mismos inventamos la culpabilidad: Si nos sentimos culpables, nos sentimos buenos. Nos enseñaron que debemos arrepentirnos de nuestros actos para ser perdonados. La culpa es la solución. La culpa es el alivio que le damos a nuestra conciencia. (Conciencia, por otra parte, creada también por nosotros mismos).


CULPA SEÑORES CULPA. LA CULPA ES LA QUE ME ESTA MATANDO.


Volvemos a culpabilizar indebidamente, ¿Es culpa de la culpa mi sufrimiento? O ¿Es culpa mía sentirme perra miserable?

Pero, si me siento culpable ¿estoy absuelta?

Perdóname, tú que no tienes culpa…

martes, 20 de julio de 2010

"Solo porque alguien no te ama como tu quieres no significa que no te ame con todo su ser"

Bueno es el cuento más largo que he hecho. Llevo algún tiempito modificándole ciertas cosas, pero la esencia siempre fue la misma... ¿Dedicatoria? Por supuesto.

-Yo te decía quédate conmigo y tú me decías ya deja el drama- escribió él.

Un minuto después envió: Perra es perra.

-Lo siento, papi –escribió ella- Te amo.

La muchacha observó la conversación hasta que el Messenger le indico que él se había desconectado. No obtuvo respuesta a su mensaje, ni siquiera sabe si fue leído. Permaneció estática varios minutos frente al monitor. Luego miró su reloj, la 1:00 de la madrugada, 14 de julio del 2010. Los ojos le ardían, como cuando son expuestos al agua de la piscina, entonces los roció con un poco de colirio. Apagó la computadora, se acostó y permaneció estática toda la noche.

Pasados 5 o 6 años, un viernes a las 6:00 pm, se encontraba caminando por la Castellana. Las cosas no habían cambiado mucho a sus 24 años, la plaza seguía siendo un sitio frecuentado por los jóvenes, al igual que McDonald’s que ahora, en vez de tobogán y piscina de pelotas, tenía maquinas de videojuegos de última generación. Venía de la casa de su editor, caminando despacio, porque los tacones comenzaban a molestarle. Al pasar frente al sitio antes conocido como el León, sintió unas ganas enormes de tomarse unas birras, con sus panas, los verdaderos.

Su físico había cambiado. Siempre había sido una joven delgada y sencilla, cándida pero atractiva. Ahora disfrutaba de un cabello largo, ondulado y negrísimo que llevaba suelto, y se movía a la velocidad de sus pasos. Su rostro se enmarcaba de una manera preciosa y todavía conservaba su hipnotizadora sonrisa. Estaba más rellena, eso sí, aunque igual de atractiva. Llevaba un vestido corto, color vino tinto que contrastaba con su piel morena.

Se detuvo en la esquina del restaurante tailandés, obstinada de caminar, y movió su mano frente a un taxi que estaba ocupado. Pasaron algunos minutos en los que no vio pasar a ningún otro. Sacó el teléfono de su bolsillo y le escribió a su editor: “Los pies me están sangrando de nuevo, no pasa taxi ¿Me puedo quedar en tu casa?”. Mientras el teléfono anunciaba que el mensaje había sido enviado, una mano se posó sobre su hombro. Mariaemilia volteo y grito asombrada:

-¡Francisco! ¡Papi! ¡Cuánto tiempo!

Los amigos se abrazaron fuertemente, gritaban de emoción. Francisco la separó de su pecho, colocó sus manos sobre los hombros de la chica y observó su rostro. Mariaemilia no paraba de hablar: “¿Qué haces aquí? ¡Coño, me están sangrando los pies!, ¿De dónde saliste loco? ¡Nojoda, no pasa ni un taxi!”. El joven permaneció callado, ignorando el bombardeo de preguntas y la detalló por varios segundos. Detalló su maquillaje, su cabello, y sobretodo su sonrisa. Luego dijo:

-¿Nos tomamos unas birras?

Mariaemilia aceptó la petición y subieron al restaurante de comida tailandesa. Mientras caminaban Francisco le contaba las bendiciones de la comida tailandesa: “El arroz que dan aquí es exquisito”. Entraron al local tomados de la mano. Al llegar la anfitriona se acercó a ellos:

-Buenas noches –dijo- Bienvenidos ¿Mesas para dos?

-No se preocupe- Respondió Francisco- Nos están esperando.

En la esquina del fondo un hombre de unos treinta años les saludaba sonriente, a su lado estaba una mujer rubia charlando con un hombre calvo mayor. Se acercaron a la mesa y Francisco tomo una silla extra. Antes de sentarse, saludó al grupo y le entregó una cajetilla de cigarros a la rubia, después dijo:

-Miren, ella es Mariaemilia- señalando a la muchacha a la vez que ella ofrecía su mano a los desconocidos.

Ambos se acomodaron. Francisco ordenó las cervezas y el arroz prometido. Mariaemilia estaba algo incomoda, no tenía la facilidad de socializar rápido. Mientras los amigos discutían si debían ordenar whisky o coñac, ella sacó el teléfono y vio varias llamadas perdidas de su editor, junto con un mensaje de texto: “Dale pues, vente. Me encanta que te quedes conmigo, compré juguetes nuevos”. Rápidamente apagó su teléfono. Francisco se acercó y le susurró:

-¿Quién es? ¿Tu novio?

-No vale – dijo sonriendo- Mi editor, preguntando vainas del trabajo, nada importante.

Después de haberse tomado varias cervezas, tragos de coñac y tres vasitos de vodka, Mariaemilia se integró a la conversación. Se sentía bastante cómoda, los amigos de Francisco eran escritores, como ella. Hablaron de cine, libros, festivales y del último invento de Apple:

-Fíjate chica- Pronunció la amiga rubia- que crearon un programa que decodifica los sonidos de la mente y luego la computadora te dice el nombre de la canción en la que piensas.

El reloj del restaurante señaló que era medianoche. Distintas mujeres aparecieron en el local, bailarinas temáticas. Un grupo dio inicio al performance, mientras el resto les ofrecía licor a los clientes. Una de ellas se acercó a su mesa. Llevaba una falda larga y el pecho cubierto con una tela ajustada. Usaba el cabello recogido por una enorme pinza dorada. La mujer se movía suavemente, al ritmo de la música oriental, y en sus manos llevaba una botella de vodka. Se aproximó hacia Mariaemilia e inclinó la botella arriba de su boca. Ella tragó el líquido y, cuando terminó de beber, tomo a la bailarina por un brazo, miró a Francisco y la beso en la boca. Fue un beso de diez segundos, intenso y apresurado. Cuando la bailarina se marchó, todos la miraron sorprendidos:

-Así es Mari- dijo Francisco riendo- igualita toda la vida.

A la 2:30 de la madrugada, Mariaemilia se encontraba de nuevo en la esquina tratando de conseguir un taxi. Sus pies aun dolían, pero no le importaba. Después de un rato de risas incontrolables con la chica rubia, llegó un taxi. Los tres amigos de Francisco se despidieron.

La joven se sentó en las escaleras de lo antes conocido como el León. Estaba descalza, sostenía los tacones con las manos y colocó la cabeza sobre sus rodillas, con la mirada hacia el suelo. Francisco se acercó a ella. Se sentaron un rato a comentar como había cambiado el McDonald’s, la hacienda la Estancia, la Central y el resto de Caracas. Ella se acercó a él, y se recostó en su hombro:

-Antes no hubiésemos podido estar aquí, a estas horas ¿Te acuerdas? – Dijo suspirando- En cualquier sitio te mataban. ¿Qué arrecho no? Que arrecho como todo cambia…

-Hay cosas que nunca van a cambiar, Mari.

Francisco se acercó y la beso en los labios, de manera sutil, rozándola solamente. Tomó sus zapatos y los colocó en las escaleras. Sobó sus pies adoloridos y muy despacio le calzo los tacones. La joven lo miró con ternura, algo nostálgica, como cuando se ve a un hermano perdido o a un cómplice tras las rejas. Un taxi pasó frente a ellos y Francisco corrió a detenerlo. Busco a Mariaemilia y la montó en el taxi:

-Tome señor – Dijo Francisco dándole un billete al taxista- ¿Dónde te deja Mari?

-En la Urbina – Dijo ella mirándolo – Pero tú te vienes conmigo.

El auto arrancó y comenzaron a besarse. Se besaban sin detenerse, por lo que varias veces se ahogaron con saliva. El taxi se detuvo cerca de un parque abandonado y una antigua pizzería. Bajaron tomados de la mano y entraron al edificio. Se besaron en la entrada, en el ascensor y en el pasillo del piso 20. Mariaemilia intentaba buscar las llaves en su cartera mientras Francisco la recostaba contra la puerta de su apartamento. Sobaba sus caderas por encima del vestido y olía los restos de perfume en su cuello. Cuando por fin entraron, se inmutaron al ver el paisaje. A través de las grandes ventanas, se asomaba una Caracas tranquila, llena de lucecitas blancas y amarillas. Bajo el cielo oscuro, las viviendas montañesas continuaban imitando un pesebre navideño. Permanecieron varios minutos observando, extasiados, hasta que una sirena de ambulancia acabó con el silencio.

Ella pasó a su habitación, lanzó sus tacones Aldo y se dirigió a la cocina. Francisco continuaba disfrutando la vista desde el balcón. Ella se acercó con una botella de champagne y le susurró:

-Mucho más lindo es el amanecer.

Francisco tomó la botella y derramó champagne en su cuello. Observó como el líquido se deslizaba por la piel y entraba a su escote, manchando su ropa. Luego, le apartó el cabello de la espalda y bajó el cierre hasta que el vestido cayó sobre sus pies. Continuó esparciendo licor por el torso desnudo de su compañera y comenzó a lamerla. Succionaba cualquier rastro de bebida como un alcohólico desesperado. Ella gemía suavemente, y con ambas manos intentaba despojarse del diminuto biquini que cubría su sexo.

El joven la recostó en el sofá del balcón. Se despojó de sus zapatos de punta café, de su camisa negra y de su pantalón oscuro. Conservó las medias y el interior, como en los viejos tiempos. Ambos se miraron fijamente. El reflejo de la lámpara sobre los ojos de Francisco los hacían ver más brillantes, más verdes. Se arrodilló frente a ella y, colocando las manos sobre sus caderas, deslizó suavemente el biquini desnudándola por completo. Mariaemilia temblaba, su ritmo cardiaco se incrementó, y comenzó a sudar. Francisco introdujo un dedo en su vagina.

La muchacha gemía estruendosamente. Los desenfrenados movimientos de caderas acompañaron el movimiento de sus dedos, de su lengua. Francisco tenía años sin experimentar aquella sensación. Su vista se nubló, sus brazos temblaban. Se subió de rodillas al sofá. Acomodó las piernas de la chica sobre él, escupió sobre su vagina y la penetró fuertemente. Mariaemilia cerró los ojos por un instante, y al abrirlos observó el rostro de su pareja.

El movimiento fue intenso. Estuvieron bastante tiempo copulando, repitiendo la escena después de cada eyaculación. El reloj anunciaba las 5:50 am. El amanecer los tomó por sorpresa, junto con el último polvo de la velada:

-Mari– pronunció el joven aun estando dentro de ella- me tengo que ir.

-Quédate conmigo, por favor.

-No puedo – dijo él separándose- estoy casado.




Es mi primer relato erótico, no sean tan duros. O mejor si.

martes, 13 de julio de 2010

Memorias

Mi primera publicación en una revista (aunque no vaya a tener ningun tiraje)
Va dedicada a su editor:

-“Dale, dale, dale a la piñata, túmbala pal suelo, queremos caramelos” Debajo de la mesa podía escuchar a mi familia y al resto de los invitados entonar la cancioncita. También escuchaba el palo de escoba estrellándose contra la piñata. Vi los piecitos de mi hermana correr de un lado al otro y a mi papá buscándome por el parque. Las manos me temblaban y allí calladito, comencé a llorar.



Martin calló por un instante. Comenzó a morderse las uñas con desespero. Uno de sus dedos sangró. Ángela se inclino y le ofreció un pañuelo de una cajita de cartón, él la tomó y se cubrió el dedo. Mientras lo masajeaba suavemente continuó hablando:


-Fue en octubre del 72. Yo tenía 7 años, y ni imaginaba que el sexo existía. Yo pensaba que uno de chiquito escogía a una niña, se hacia su novio, se casaban y ya, así de simple – Suspiró y miro a Ángela- ¿Cuánto tiempo nos queda doctora?


-No te preocupes, queda suficiente. Debo decirte que has progresado mucho.


Martin sonrió. Le brindo una sonrisa suave, triste, sincera, tratando expresar gratitud. Retiró el papel de su dedo y succionó la sangre que quedaba, después continuó relatando:


-Yo lo escuchaba gritar mi nombre “Martin, hijo, Martin”, pero no me atreví a salir. Tenía miedo de que le contara a mi mamá, tenía miedo de que me castigara ¡Dios, que estúpido fui!- Martin rompió en llanto.

-Debes tener en cuenta que tu reacción fue normal, las víctimas de abuso sexual suelen sentirse culpables, sienten que ellos mismos…

-¡YO SE QUE NO FUE MI CULPA! – Gritó Martin- Por eso es que cuando cumplí 19…

-Continua, vas muy bien- Pronunció la doctora inclinándose hacia él.


-Me escondí en su habitación, en el armario, a esperar que llegara del trabajo. Mi mamá estaba de viaje, en San Cristobal y mi hermana no había llegado de una fiesta. Esperé que entrara, que encendiera la televisión a todo volumen, y cuando lo vi de espaldas deshaciendo su corbata lo golpeé. Lo golpeé durísimo, con un bate que guardaba en el closet. Lo golpeé repetidas veces. Después, huí del pueblo y me vine a Caracas- Martin succiono su dedo fuertemente por varios segundos y sonrió alegremente- No lo maté, pero me enteré que había quedado destruido, en silla de ruedas y ciego.


Martin continuó mordisqueando sus dedos y la doctora comenzó a escribir un sinfín de palabras en su cuaderno. Minutos más tarde, una alarma estruendosa acabó con el silencio de la sala. El reloj de la mesa señaló que habían culminado los 45 minutos de terapia.


-Nos vemos la próxima semana, Martin- dijo Ángela mientras apagaba el reloj y cerraba su cuaderno de trabajo.

martes, 6 de julio de 2010

¿Qué desea?

A mi prima Stephany:


-¿Qué desea?- preguntó el muchacho risueño, mientras limpiaba un vaso de cristal con un paño blanco.


La noche del 8 de octubre del 2009, Virginia estaba sentada en la barra de un bar, en la planta baja de su edificio. Uno de los locales mas cutres de Caracas, situado al lado del hotel Rey frente al Millenium Mall. Una bulla insoportable se expandía a su alrededor. El baúl de la salsa retumbaba las cornetas del equipo, las risas de un grupo de personas se proyectaban estruendosas y los gritos de un borracho no la dejaban escuchar la voz del cantinero.


-¿Cómo?- preguntó Virginia arrugando la cara.

-¡¿Qué que desea?!- repitió el cantinero inclinándose hacia ella.


Coño, ¿qué deseo? pensó Virginia. Hace 1 año, deseaba obtener un cupo para estudiar medicina en la Central, pero ya se resignó a que en unos meses comenzaría a estudiar farmacia en la Santa María. Hace 6 meses, deseaba que Manuel se la llevara de vacaciones a Argentina con él, pero ya se resignó a que si no la había llamado hasta entonces, significa que no llamaría nunca. Hace 3 semanas, deseaba no haber estado tan borracha como para terminar ensartada de boca y vagina por los miembros de dos vecinos: “Pero ya me resigné, soy la puta del edificio”.


-No ser tan pajua – respondió varios minutos después.


El muchacho se había alejado para atender un señor recién llegado. Con un destapador Polar, le quitó chapa a una verde y se la entregó al hombre, éste se acerco a Virginia y pronunció con seguridad.


-La pajuez no se quita, eso es algo que nos dio papa Dios a todos los venezolanos- tomó un trago- lo que puede hacer, señorita, es ponerse a beber conmigo, que eso también no los dio papa Dios, el gusto por la bebida.


-Échate un trago mi reina- dijo el cantinero ofreciéndole un vaso de vodka a la muchacha –te invitamos nosotros.

-No puedo. Precisamente la bebida es la que me tiene jodida- dijo Virginia mientras jugaba con sus llaves.

-Pero toma chica- ofreció otra vez el señor, sonriente- uno nada más.


Cuando se lo habría de contar a su amiga, Virginia no recordaba porque aceptó aquel trago de vodka. Después de haber bebido sintió un cosquilleo en la garganta, sus manos temblaban y la lengua se le durmió. Lo último que recuerda fue la risa burlesca del cantinero y la mano del otro apoyada sobre su hombro desnudo.


Virginia intentó levantarse de la butaca, pero el hombre la tomó por la cintura y la sentó de nuevo. Comenzó a besarla en la boca y el cuello, mientas estrujaba todo su cuerpo por encima de la ropa. Minutos mas tarde, revisó sus bolsillos y encontró las llaves con las que estaba jugando anteriormente.


-¿Dónde vives tú?-le susurró el cuarentón a Virginia.

-En este edificio- dijo sudada y temblorosa- en el piso 6.


El hombre se acercó a la barra, le dio 200 bolívares al camarero y se retiró con la muchacha tomada de la mano. Para entonces aquella no era Virginia, sino un objeto dispuesto para el uso y disfrute de cualquiera. Días después, Virginia se encontraba llorando en su cama deseando nunca haber entrado a aquel bar.

viernes, 2 de julio de 2010

Es increible Mari, te da miedo cagar

Cuando estoy deprimida, cansada, nerviosa o ansiosa me dan muchas ganas de cagar. Es inexplicable, y hasta incomodo de decir, de hecho, nunca se lo había dicho a nadie. Siempre me ha parecido desagradable hablar de la mierda, no soporto el hecho de que los seres humanos tengamos que cagar, lo arruina todo. La estética de la humanidad desaparece cuando recuerdo que todos cagamos. Una particularidad mía es que, desde que tengo memoria, siempre me ha gustado alguien. No la misma persona, lógicamente, pero no ha existido un dia en el que no me sienta obsesionada con el físico, la actitud, la personalidad o los ojos de cualquiera. Me encanta ser así, pero la imagen se daña cuando, inevitablemente, me imagino a esa persona cagando.


¡Qué introducción tan estúpida les he dado!

Todavía no puedo creer que haya escrito el párrafo anterior, y menos creo que lo haya publicado en el blog. Tengo que empezar a superar el miedo, la vergüenza, y esta es la manera más efectiva que encuentro. No me defino como una persona fuerte, admito que me da miedo el “que dirán”, pero aun así, lo que encuentro maravilloso de mi personalidad es que: ESE MIEDO NUNCA ME HA REPRIMIDO. Coño, de bolas que me da miedo no encajar, mentiría si dijera que me sabe a culo lo que los demás digan de mí, pero nunca he dejado de hacer las cosas por ello, i love myself.

Empecé confesándoles que cuando estoy deprimida o ansiosa (ahora mismo) me entran muchas ganas de cagar y no entiendo porque. No se si a otras personas les pasara lo mismo y yo me estoy ahogando en un vaso con agua, no se si es estúpido que el hablar de este tipo de temas me haga sonrojar o sentir incomoda, si quiero escribir literatura erótica no debería avergonzarme del cuerpo humano y sus funciones. Quizás a ti leyéndome te doy asco, pero no deberías.

¡Qué ladilla mi hermanita empezó con la flauta! Pero no me importa, es demasiado dulce y la amo.

Estoy trabajando en un cuento, es mi primer relato erótico. No está listo, lo he leído varias veces y aun no me convence, ME ENCANTA EL TEMA, LOS PERSONAJES, EL AMBIENTE, TODO, pero existe algo que me perturba: la inclusión de la mierda como protagonista. La idea se me ocurrió un dia, después de cagar (odio escribir esto) y me pareció interesante. No se siente asqueroso el relato, pero no lo puedo evitar, es un miedo que tengo que superar.

Aquí les anexo un fragmento:

-Mava, pero es totalmente normal, soltar un gas de vez en cuando.

-Es que no es de vez en cuando, mi estomago sabe. Es cuando estoy con un tipo.

Son casi las 8:00 de la mañana del dia viernes. Ana Cecilia no se ha despertado del todo, en cambio María Victoria apenas pudo dormir.

-Pueden ser tus nervios ¿Huelen muy mal?

-Realmente sí, pero ese no es el problema. En el transcurso de mi vida aprendí a controlarlos, me paraba cerca de una ventana, me alejaba un poco y listo, problema resuelto.

-Sigo pensando que son los nervios ¿Has probado con un kiwi pelado en ayuna?

TRIBUTO



“Asi es -suspiro el coronel- la vida es la cosa mejor que se ha inventado”



TE AMO. Gracias a ti creo en la magia, creo en la belleza de las palabras juntadas unas con otras buscando conectar las almas que separa la distancia fisica… (Q lugarcomun soy)



TE AMO. Porque mi vida se reduce a un antes y un despues de haber leido 100 años de soledad, porque no morire sin haber leido todas tus obras.



TE AMO. Me enseñaste que no es una locura que te repugnen tus propias obras, que las encuentres ofensivas y mediocres hasta el punto de irritarte cuando alguien las lee en voz alta, en tu presencia.



TE AMO. Eres todo lo que sueño, y eres tu con quien sueño. Aunque suene creepie, me encantaria sentarme a tus pies y escucharte hablar, por horas, escuchar todo lo que me quieras decir.



TE AMO. Me obligas a continuar escribiendo, porque dijiste que una obra maestra tarda. A mantener viva la ilusion y creer en el amor y a respetar la soledad.



TE AMO. Tu describes un mundo donde todo es fantastico, donde hay demasiadas cosas con las que puedes ser feliz.



ahh.. y gracias por darle un titulo a mi blog.



te odio porque se que nunca te conocere, aunque tampoco importa, vives en mi.