jueves, 25 de noviembre de 2010

Sopa de gallina

Avakiano, toma:

El recuerdo más perturbador de mi infancia es el momento en el que mi madre me enseñó la receta de la sopa de gallina. Ese día me levanté mucho más temprano que de costumbre, sin hacer ningún ruido porque mi hermano seguía durmiendo. Los gallos habían cantado y en el hato la gente ya estaba trabajando. Mi mamá era cocinera y mi papá arreaba el ganado. Vivíamos los cuatro en un pequeño anexo dentro de las instalaciones. Como dije, me levanté y me dirigí hacia la casa principal, buscando a mamá. Al llegar, me detuve en la puerta.
La vi flexionada, intentando atrapar a una gallina que revoloteaba por la cocina. Ver a mamá correteando detrás de un animal mucho más pequeño que ella me causó bastante gracia, comencé a reír. Por fin la atrapó. En cuestión de segundos, la colocó entre sus piernas y tomó el cuello del animal con ambas manos. Lo retorció de un movimiento apresurado y le arrancó la cabeza. Permanecí inmóvil en el marco de la puerta y comencé a llorar desesperadamente. Mi mamá colocó al animal en el fregadero y empezó a llenar un tobo de agua caliente. Viendo cómo aún se movía, intenté rescatarlo. Al verme, ella me detuvo: “Ya está muerto”, me dijo.

Anonadada, me senté en una esquina mientras secaba mis ojos con ambas manos. Cuando pensé que todo había culminado, mi mamá volvió a tomar el cuerpo del animal y lo sumergió dentro del tobo de agua. Permanecí de nuevo inmóvil. Ella encendió el radio, comenzó a cantar mientras limpiaba la sangre que habia salpicado en el mesón. Yo veía el humo que salía del tobo y continuaba sollozando. Después de algunos minutos, tomó el cadáver y lo guindó de las vigas del techo, con un pequeño mecate que lo sostenía por las patas. Me sentía confundida, ¿Por qué le había hecho eso a la gallina? ¿Tanto le había molestado que hubiera entrado en su cocina?

La música sonaba más fuerte. Mi mamá comenzó a despellejar al animal. Yo bajé la mirada y observé cómo las plumas escurridas caían a sus pies. Se detuvo. De nuevo, parecía que todo había terminado. Pero antes de poder afirmarlo, ella tomó un cuchillo y despedazó el cuerpo del animal. Chorros de sangre y pedazos de piel se acumulaban en el mesón de la cocina. Yo seguía confundida. No podía moverme, no podía pararme de aquella esquina sin recibir alguna explicación.

Mi madre volteó hacia a mí y me observó sentada temblorosa, con las rodillas en mi pecho, bordeadas por mis brazos. Soltó el cuchillo, se limpió las manos en el delantal y se acercó. Tenía miedo, pensé que también se había molestado conmigo por haber entrado a su cocina. Ella simplemente se acercó, tomó mis manos y me dijo: “Cuando seas grande, también haras la mejor sopa de gallina de todas”.


jueves, 4 de noviembre de 2010

Desesperación

Escena uno: La propuesta

La protagonista entra arrastrándose por el suelo y pronuncia su única línea:



¡LL(AMAME)!



Escena dos: Flashback


Voces dispersas susurran:  "Ayer te quedaste conmigo a pesar de que morías de sueño…Esas son las cosas que me gustan de ti".




Escena tres: El silencio de Pablo Neruda


"He aquí que el silencio fue integrado

por el total de la palabra humana,

y no hablar es morir entre los seres:

se hace lenguaje hasta la cabellera,

habla la boca sin mover los labios,

los ojos de repente son palabras...



...Yo tomo la palabra y la recorro

como si fuera sólo forma humana,

me embelesan sus líneas

y navego en cada resonancia del idioma..."






Escena cuatro: Monologo final


"Bienaventurados aquellos que no esperan nada, porque nunca serán defraudados".

FIN.

lunes, 25 de octubre de 2010

La casa de la modelo

Hice éste breve relato en mi clase de Taller de Redacción I porque tenía que crear una historia donde los objetos fuesen capaces de hablar por sí mismos. Es una propuesta tan interesante y fantástica como el cuento de Mario Benedetti en el cual nos inspiramos: “Para objetos solamente”. Léanlo.

Gracias, Dios Benedetti.


Había, al menos, 25 gorros de ducha sin utilizar, guardados en un recipiente plástico sobre el lado derecho del lavamanos. También, un peine negro fino, un peine de madera, un cepillo grande, un cepillo de rosca, un cepillo de hebras finas y uno de hebras más gruesas, atados juntos con un cordón. Si se revisara la primera gaveta, se encontraría un tubo de crema a base de queratina, tres cajas de ampollas contra la alopecia y un tratamiento de cuidados intensivos para el cabello. En la siguiente, una plancha con placas de cerámica tamaño regular, un secador viajero, un secador profesional y una plancha tan diminuta como para llevarla en la cartera, todos con los cables enrollados como si tuvieran mucho tiempo sin usarse. Del lado izquierdo del lavamanos, estaba un cepillo de dientes y un envase lleno de pinzas plateadas con una crema de peinar encima.

En el espejo que estaba sobre el mesón, se reflejaba un calendario con los primeros tres días del mes de octubre tachados y la palabra “LISTO” escrita en el recuadro del día 31. Debajo del almanaque, el cesto de ropa sucia integrado únicamente por pijamas, ropa interior y toallas con manchas de vomito. A su lado, una bañera con centenares de cabellos amontonados en el desagüe y un champú y acondicionador casi llenos. Después, la poceta, sucia, manchada y atascada con una mezcla de excremento, sangre y vomito. Había una papelera entre el lavamanos y la poceta. Contenía pedazos de papel higiénico usado y bolas de cabello negro. El piso del baño tenía pequeños charcos de agua negra, como barro, y chiripas que se reparten entre suelo, techo y paredes.

Al abrir la puerta, se apreciaba un pasillo que conecta al baño con la habitación principal. Un cuarto de paredes blancas cubiertas por afiches de modelos y un gran espejo frente a la cama. A uno de los lados se la cama, se encontraba un enorme closet abierto atiborrado de ropa, zapatos y accesorios. Al otro lado, un mueble marrón de cinco gavetas. Sobre este, fotos enmarcadas de una muchacha cabello negro, largo y sedoso posando en la playa, en la pasarela y en muchos otros paisajes. Junto a él, un escritorio de madera con una lámpara encendida alumbrando hacia varias hojas. Eran cuatro hojas puestas una sobre otra, en la primera se podía leer: “Especificaciones del tratamiento quimioterapéutico”.

jueves, 21 de octubre de 2010

¿Qué habrá sido de mi mamá?

-¡Vecino! tenemos una vecina nueva, vamos a darle la bienvenida- dijo la señora Catalina mientras yo colocaba una nueva alfombra frente mi puerta.


No respondí. Mi vecina continuó hablando, así que lancé la alfombra al suelo y entré a mi apartamento dando un portazo. Afuera se oían sus maldiciones. No me importan. Me senté en el sofá frente al balcón, encendí un cigarrillo y contemplé desde la ventana a mi vecina nueva. Por supuesto que la conocía, era mi hermana.

Hace años, muchos, que las había dejado solas. La última noche que las vi, encontré a mi madre tirada en el mueble, maloliente, borracha y desaliñada con un hombre maduro manoseándole la entrepierna. Provocó tanta repulsión en mí, que la escupí en la cara y la maldije llorando. Me marché sin cerrar la puerta y cuando tuve el valor de voltear, vi a mi hermana, enmudecida mirándome. La recuerdo pequeñita, frágil y sumamente delgada, casi desnutrida, con el cabello enredado y con golpes en la cara. Por un momento estuve tentado de llevarla conmigo y alejarla de ese mundo de prostitución que le esperaba. Obviamente no lo hice, y todavía me arrepiento de ello.

Habían pasado algunas horas y yo seguía mirándola. Ahora estaba sentada en el piso, desempacando platos, vasos y cubiertos y colocándolos en un estante marrón. Podía ver todo lo que hacía, hasta podía leer sus labios mientras cantaba. Pude observar que su puerta principal estaba abierta y me dispuse a bajar. El ascensor no funcionaba, tuve que descender por las escaleras. Cada escalón me creaba una nueva expectativa: ¿Qué estaría haciendo? ¿Se habrá graduado? Para vivir aquí hay que tener plata, mucha, pensé. También deduje que no estaba casada porque no he visto a ningún hombre con ella ¿La mantendría algún mafioso? ¿Me reconocerá? ¿Qué habrá sido de mi mamá?

Cuando llegué me detuve frente al arco de la puerta. Se encontraba de espalda a mí, todavía ordenando algunas cosas. No hice ningún ruido y decidí esperar a que volteara. Permanecí inmóvil, con el corazón acelerado y sin poder controlar el temblor de mis rodillas. Se levantó por fin, cerró las cortinas de la ventana y se dirigió hacia la puerta. Me vio. Nos miramos por al menos 10 segundos fijamente. Luego, se acercó a mí y me habló:

-¿En qué puedo ayudarte?

-¿Sabes quién soy?

-No, disculpa.

-Soy tu vecino del edificio del frente, mucho gusto.

miércoles, 20 de octubre de 2010

venticuatrodeagostodedosmildiez

Esto tiene fecha de 24/08/10 y creo que no hacen falta más explicaciones. Lo acabó de encontrar en la memoria de mi computadora... y me gustó.

Nunca pensé que llegaría a esconderme para escribir. Amo escribir en un teclado. Mi depresión, poco a poco, está mejorando. Estoy sanando tranquilita, sin apuros, porque no tengo nada más que hacer. Abandoné (momentáneamente) el internet, el celular y el amor. He visto Volver como 6 veces, adoro a Penélope Cruz y esta película. También Glee.

Escondida también, me metí en mi blog: 150 visitas. Eso es como… 3 vistas más desde que me fui. Mi último cuento, Catarsis, no tuvo éxito (y no es que los otros sí, pero yo me entiendo) Le escribí algo bonito a Paya. Hace unas horas me dijo que mis cuentos “no le parecieron la gran vaina”. Coño.

Que bien me siento escribiendo

Estoy viendo (televisor prendido en mute) una película mala y vieja, donde aparece Kate Hudson. Pensé que me iba a gustar, pero es basura. La música me gusta. Es de un chamito de 15 años – ¡AY! ¡Me picó un bachaco!- Perdí la noción de la vaina.

Cada vez que me pasa algo que me revela lo cliché que soy, escucho la voz de Andrea diciendo: “predecible, predecible” en un tono que no es el de ella, pero es bastante molesto. No, no quiero hablar/escribir sobre mi depresión. Mañana voy al internista. Debo ser anémica, tener baja las plaquetas o algo, porque que esta debilidad es una ladilla. Por cierto, he estado (a excepción de los días fatales) comiendo mucho mejor. Urra por esta mami rica.

Volví a echarle un vistazo a uno de mis libros de autoayuda favoritos, uno que mi mama me regalo hace dos años (Sé que odian los libros de autoayuda y no me importa).

Odio no tener ñ en este teclado.

No me acordaba lo de pinga y poco pretencioso que es ese libro. La sencillez funciona, a veces no… Me acordé de Marelisa Gibson. Ella… no, no es simple, ni humilde. No sé porque la gente se sorprendió cuando no clasifico entre las 15 finalistas, la caraja no es tan bonita (e iba sobradísima) y, hablando claro, tenemos 2 coronas consecutivas… Pero, ¿Quién soy yo para criticarla? Hoy la bomba se la comió viva (Guilty pleassure)

Antes dije que era cliché, porque volví a leerme un libro que me encanta: Unisex. Carlos Flores. De la, PUTA COLECCIÓN QUE NO CONSIGO NI EN LA CHINA, de Leonardo Padrón: Llámalo amor, si quieres. Yo soy Carlitos, el gordito inconforme con baja autoestima, pero interesante, con bastante labia y creatividad, su amiga Adriana que se define como “la puta-bisexual-periquera”, su (ni tan) tonta novia Mónica y la leona. Jamás soy sus amigos Pipo y el otro de nombre extraño, ni las chamitas del CSI, ni la loca del blog que le dijo gordo, ni el amigo maricocloset, ni la puta triste, ni la de ratónmoral que sale al principio ni, mucho menos, la lindura de Kerly.

Yo pensaba que era única (como todos los demás, jaja) pero soy más cliché que corrupto en gobierno. Soy tan ese libro en algunos aspectos que no sé si me gusta identificarme con él o me desespera hacerlo. Escribir todo esto es medio spoiler (Andreatalking) pero…

También le metí (le meto) a la filosofía. A mi (nuestro) amado Savater. Las preguntas de la vida, o las respuestas más obvias del mundo pero que nadie obtiene porque no se detiene a pensar. Este tipo me gusta y adoro cuando se refiere a mí (o a ti) como “querido lector”. También me encanta la practicidad con la que escribió los textos para Amador. Es un cerebrito bañado en miel. Eso es.

Una vaina rara de estos (interminables) días de crisis, es que la Coca Cola me sabe simple y el Nestea me sabe a gloria. Esto me duele porque extraño como la Coca Cola me hacía sentir. Ni siquiera el Nestea, tan delicioso, acido y frio, me hace sentir como la Coca Cola lo hacía. El Nestea siempre fue mi resuelve, pero nunca mi legal. Jamás. Amo tanto a la Coca Cola, que recuerdo una vez que vi una camisa, arrechísima, de una publicidad cincuentera de Pepsicola y no me la compré porque lo sentí como traición. Era bien bonita y escotada y no me arrepiento.

Hoy payita y yo fuimos al psiquiátrico. Triste. El seguro social, como casi toda vaina aquí, está en terribles condiciones. No hay medicamentos suficientes, ni aire acondicionado y todos los pasillos huelen a orine, y que yo sepa, el único lugar que debe oler a orine es un estadio. Así que, Chávez, corruptos y otros implicados: ¡Respeten!

Mierda, llevo que si dos horas escribiendo (con dolor de cabeza, ya voy a parar mamá) y todavía la película sigue… Ni el Paciente Ingles. Acabo de prender mi celular, y (JAJAJA) no tengo ni un mensaje ¿Así de nula? #Buldae’gafa. Ese sería el hashtag que utilizaría en Twitter. Lo extraño. Por ejemplo, lo utilizaría para contar como mi torpeza y descuido habitual me hicieron guardar, hace unos días, un chocolate derretido y… bueno fue así:

Abro la nevera…

¡Woho! Chocolate rico rico rico. Veré Betty la fea comiendo chocolatito con el dedo.

Camino, camino, camino… Me acuesto, me arropo…. Suspiro… Abro el frasco y huele horrible. Leo en la tapa “TODO AJO”. Me llevo la tapa a la nariz y aspiro… vuelvo a aspirar… Suelto la tapa. Tomo el pote, introduzco mi dedo índice y lo chupo con miedo…

¡Coño de la madre, esto sabe a puro ajo!

Tuve que botar el Chocolate entero (Y el perol también, ¡PA QUE SEA SERIO!) Conclusión: Quise tuitear lo que me paso y no pude.

Le estoy mandando un mensaje a Andreita. Cierto, se le cayó el BB a la poceta y esta incomunicada. Hoy escuché el nuevo CD de Caramelos de Cianuro y, de panita y todo, no me gustó. Prefiero recordar la voz de Asier gritando ninfomaníaca y explicando que pasa cuando cuenta una a una las estrellas. No las oiré más, no innovo en lo absoluto. Sanitarios, el ultimo Polvo, las Estrellas, Ninfomaníaca: Eso si es pasión. Para compensar, escuché todo el dia a Miguel Bose. Lo amo.

Qué alivio poder escribir de nuevo. He tenido ideas para cuentos… pero los postergare. Capaz empiece un diario virtual. Capaz lo publique. Capaz publique esto. A dormir.

MARIELISA

martes, 14 de septiembre de 2010

Trascendental

Hace tanto tiempo… depende de cómo se mida. El tiempo se siente, no se cuenta.
Para Maryene, mi madre:
Eres mío. Eres mío y lo sabes. Eres mío y lo niegas. Pero no te equivoques, allí estoy yo, vigilante. No has tenido la necesidad de mirar hacia atrás porque cada vez que te caes te sostengo, evitando tu descenso. Mirando tu manera de actuar, mirando tu vida como si hubiera colocado una cámara sobre tu hombro.
Observo cuando te arrepientes y quieres volver. Tú también lo haces. Me miras con tus diminutos ojos y, sin hablar, me preguntas si vale la pena. Siempre te respondo, aunque ambos sepamos la respuesta. Debo seguirte para que no te vayas. Te sigo porque quiero sentirte respirar, y no me permites caminar a tu lado, aunque digas lo contrario.
Igual eres mío. Siempre lo serás. No son palabras ególatras, eres mío porque no puedo borrarte de mis psiquis, no puedo dejar de soñarte. Eres mío porque yo quiero, porque en mis sueños me lo recitas… y yo vivo de ellos. Eres mito. Eres el mito del amor imposible. Eres la personificación de mi remordimiento, eres el recuerdo de lo que perdimos, eres el destino cobrándome mis deudas. Eres mío, porque todo esto que te digo, lo cree yo, no tú. Eres mío.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Otro desesperanzado

Algunos lugares sólo existen en mi mente. Son una mezcla de espacios recorridos y de sitios imaginados. Se relacionan, se abrazan y se unen. Son sueños y recuerdos. Soy yo. No me pidas que te pruebe su existencia.



-“Soy Armando, tengo 35 años y me encargo de escribir los menús de los más prestigiosos restaurantes de la ciudad”.


Bebió un sorbo de agua luego de enviar su mensaje. Cerró todas las páginas de internet, ya que no quería que nada interrumpiera su conversación. Mucho le había costado averiguar quien era, como para no prestarle la debida atención. Parecía que la había encontrado. Seis semanas y media parecían suficientes. De repente, siente un palpito, un presentimiento: “Es ella” se dice a si mismo, “es ella” y sonríe. Rápidamente se levanta de su asiento y coloca los grandes éxitos de la Fania en el reproductor de Cds, a todo volumen. Se acerca a su computadora, pero no ve respuesta alguna. Sin embargo, se vislumbra una fotografía en el display de la conversación. No hay duda, es ella.


Y ahora… un tributo a la salsa:



lalalalalalala, ¡Que cante mi gente!


Las cornetas retumban en el apartamento. Armando se desliza por aquellos míseros metros cuadrados, donde apenas hay espacio para unos cuantos muebles. La música está tan fuerte, que el vaso de agua cayó en el suelo y los vecinos comenzaron a quejarse:


-¡Apaga esa vaina! ¡Nojoda! ¡Son las 12 de la noche!


Nada parece perturbar su estado de euforia. Se comporta como un drogadicto después de haber inhalado grandes cantidades de cocaína. La vecina golpea incesantemente su puerta, y el conserje se cansó de llamarlo. No hay manera de apaciguarlo, y como con cualquier adicto, se debía esperar a que su necesidad fuese saciada, a que volviera al estado de sobriedad donde pudiera ser reprendido. Un pequeño resplandor en la pantalla llama su atención, ella le había contestado:


-Hola, Armando ¿Nos conocemos?


Seis minutos exactos le tomó contestarle. Él, Intimidado por las crudezas de sus palabras, no quiso responder al instante. La música cambia y la alegría disminuye:


Ha terminado otro capítulo en mi vida,



la mujer que amaba, hoy se me fue


Sí, definitivamente era ella. Pero una desolación inmensa abrazó su pecho, parecía tener brazos anchos, envolventes y con una fuerza tan brutal que lo oprimía impidiéndole respirar: “¿Por qué no quiere conocerme?”, se dijo, “Ya le explique quien soy”. Hace memoria, y espera no estar equivocado. Recuerda cada detalle específico: Él, dispuesto a marcharse del restaurante, con algo de comida para llevar. Ella, en la mesa lateral a la puerta, inspeccionando la carta. La observó fijamente, y se paralizó un instante frente a ella y su amiga. Ninguna notó su presencia. Recuerda la delicadeza con la que ella hojeaba el menú y, también, como pronunció en voz alta y calmada:


-Escucha esta vaina: “Pasta Capresa. Ud. se preguntara, querido cliente, ¿Qué tiene de especial un platillo tan común en un sitio tan abrumador? Bueno, yo le aseguro que en cada bocado sentirá la dedicación con la que nuestras empleadas seleccionaron, unieron, cortaron y cocinaron los ingredientes de los cuales resultarían las más sutiles y gustosas hebras de pasta casera, que, junto a los mas deliciosos tomates cherrys, trocitos de queso de cabra y pedacitos de orégano importado de Italia, crearan una sinfonía de sabores exquisita e inigualable. Usted no será capaz de afirmar que cenó en el MMBChef, porque sentirá que habrá comido en el Olimpo, junto a Zeus y sus dioses”. Daría lo que fuera por conocer a la persona que describe un plato de comida con tanto amor.

-¿No es algo exagerado?- preguntó la amiga, y ambas rieron estruendosamente.

No estaba equivocado, recuerda perfectamente aquel instante. Desesperado, escucha en un tono moderado y melodioso, la voz de Willie Colon pronunciar:

La he tratado de olvidar,



mas sin embargo la recuerdo más



no se asombre



si ven a un hombre llorar.


Varios minutos después, continúa sentado frente a la computadora, en posición fetal y tambaleándose un poco. Una luz naranja, le avisa que ella ha escrito:


-Hey, Armando ¿Estas allí?


Un aire frío recorre sus huesos y le acelera las pulsaciones. Quizás todavía desea conocerlo, y su respuesta anterior fue una táctica, porque se ve que no es fácil: “No, no es fácil y, definitivamente, tiene deseos de conocerme” dice. Y, entonces alcanza a enviar:


-Bueno, no nos conocemos, pero…


Micaela ha finalizado sesión.

-Un día dijiste que te gustaría hacerlo.

Por mi madre yo te juro a ti cosa buena



que si no vuelves yo me voy a volver loco.

martes, 17 de agosto de 2010

Catarsis

La mañana del 8 de octubre de 1992, transcurrió con bastante lentitud. A las 12:00 del mediodía me encontraba atrapada en un café en la Avenida Victoria, mirando cómo se deslizaban las gotas de lluvia por el vidrio de la ventana. La gente estaba amontonada en la puerta del establecimiento, y los empleados no permitían el acceso al local. Pedacitos de hielo comenzaron a caer encima de los carros y los relámpagos se apoderaron de la ciudad de Caracas. Era la tormenta más fuerte que había presenciado a mis 26 años de vida.
Tenía mucho frio, estaba sentada bajo el ventilador y había olvidado mi suéter en casa. Hurgando en mi bolso, encontré el periódico de ayer. No acostumbro a leer esquelas, pero estaba tan aburrida que decidí hacerlo. Entre publicaciones exageradas y deprimentes, observé en un pequeño recuadro el nombre de mi marido: “Q.E.P.D ... El velorio se celebrara el dia de mañana, Dios mediante, en el Velatorio de Altamira a las 2:00 pm”. Anonadada, tomé mi bolso y abandoné la cafetería.
Caminé varios minutos sin rumbo fijo, con los tacones mojados y millones de nudos en la garganta. Tenía tanto tiempo sin saber de él. Siempre imaginé que moriría antes que yo, pero no tan pronto, ni tampoco que me enteraría de ésta manera. Exactamente 2 años sin verlo y todavía lo extrañaba. No podía olvidarlo, tenía su nombre tatuado en la mente y una cicatriz en la pierna que me dejó antes de partir.
Después de un rato, me senté en la acera y permanecí inmóvil, sin poder vislumbrar nada por el aguacero. Me golpeé ambos ojos, repetidas veces, con los puños cerrados y comencé a gritar. Las lágrimas brotaron y la lluvia las desapareció: Eras tú, esposo mío, escapando de mi corazón, perdiéndote para siempre, dilapidando cualquier posibilidad de volver a mí. Ningún taxi pasaba, y yo comenzaba a desesperarme. No tenía carro, porque era suyo. Recordé, la última vez que lo vi:
Recordé como a ciegas, los sentidos se agudizan y los dolores cotidianos se vuelven insoportables. Llegaste y apenas pudiste abrir la cerradura de la puerta. Yo estaba sentada en la oscuridad, esperándote, borracha y melancólica. Me besaste suavemente en los labios. Hedías a ron, y por la manera en que temblabas, sabía que te habías drogado. Te aparté, y torpemente me dirigí hacia la puerta que habías dejado abierta. “Ya me voy” te dije, mientras sostenía mi pequeña maleta negra. Te acercaste y, despojándome de mis pertenencias, te me abalanzaste encima intentando ahorcarme. Te empujé hacia el comedor y me levanté de inmediato. Gritaste que me odiabas mientras me iba. Me detuve a mirarte por última vez, y, a rastras, tomaste mi tobillo y me abriste con tu navaja preferida. Cerré la puerta, lastimando tu mano, y corrí hacia la calle.
Por fin un taxi arribó. Lo abordé inmediatamente. Después de 30 minutos, llegué al velatorio, empapada y temblorosa. Al entrar, visualicé a su madre. Estaba parada frente a mí, a unos cuantos pasos. Permanecimos varios segundos observándonos, inmóviles, y luego corrí a abrazarla. Mientras sollozaba en su hombro, pude olerla. Estaba demacrada, ya no poseía aquella pulcritud característica. Sus labios resecos susurraron con dificultad: “Entra a la habitación, hay algo para ti”.
En la habitación encontré un sobre amarillo tamaño carta. Llevaba escrito mi nombre, con una letra muy parecida a la de mi marido: Marielisa, Perdónalo, se leía. Revisé el contenido, y debajo de aquella insignificante nota, escribí:
“Sra. L:
Gracias por devolverme las fotos, pero no las quiero. Puede conservarlas, destruirlas u olvidarlas, como hice yo. Gracias por las hojas en blanco que depositó en el sobre, es sensacional poder escribir en este momento, junto a él, acerca de él. Esto si voy a conservarlo. Muchas Gracias, también, por incluir la palabra perdón, la que él nunca pudo decirme y que nunca me dirá.
PD: Por cierto, perdóneme usted a mí. Estaba embarazada cuando me fui, pero aborté. Sé lo mucho que quería ser abuela, pero yo solo deseaba no tener que verlo más. Inevitablemente en aquel infante iba a estar reflejado su rostro, su carácter y su esencia.”

Dejé el sobre en la cama y me fui del lugar sin despedirme. Sin siquiera mirarlo en el ataúd. Afuera la lluvia había cesado, y un enorme arcoíris se posó en el cielo. Caminé por las calles de Altamira sintiéndome libre. (Esto no está escrito en las hojas).

jueves, 22 de julio de 2010

La desesperanzada soy yo

Pánico. Son repentinos ataques de pánico, ¿Dónde escuche eso? Ahh, si, ya recuerdo. Pánico Pánico Pánico Pánico Pánico.



Levante la mano quien comprenda.


Estaba pensando que no soy tan buena como pensaba. Tampoco estoy tan buena como creía. Qué triste. ¿Qué quiero? Coño, quiero que alguien se acerque y me diga que sirvo para esto. Pero, ¿Por qué necesito que alguien me recuerde que sirvo? Porque estoy clara que si a la gente no le gusta no llevo vida, sencillo.


Que ladilla, odio no tener ñ en mi teclado: Abre google, copia y pega. DIOS.


Un momento, no tiene sentido nada de lo que estoy diciendo (tampoco siento haberme desahogado). ¿Qué me pasa? Me estoy refugiando en un falso talento que a veces no percibo, que se nutre de las ilusiones de las personas que me aman.


O tal vez es verdadero, y solo necesita ser pulido. ¿Puedo vivir de él? Me da arrechera no poder escribir bonito.


Mi escudo optimista me deja desprotegida en varias ocasiones, y luego vuelve. Sí, Siempre vuelve, a luchar contra mis inseguridades por mí. Hace poco leí una frase que decía algo así: La esperanza es la herramienta que utiliza la vida para defenderse. Claro, siempre culpamos a la vida de nuestras mierdas…


La vida es injusta, el mundo es cruel.


¿Qué es vida? ¿Qué es mundo? ¿Qué es injusticia? Sin vida y sin mundo tampoco habría justicia, ¿Es su culpa que exista la injusticia o la crueldad? La vida no actúa, pero existe. La culpa es de nosotros, y es raro, porque nosotros mismos inventamos la culpabilidad: Si nos sentimos culpables, nos sentimos buenos. Nos enseñaron que debemos arrepentirnos de nuestros actos para ser perdonados. La culpa es la solución. La culpa es el alivio que le damos a nuestra conciencia. (Conciencia, por otra parte, creada también por nosotros mismos).


CULPA SEÑORES CULPA. LA CULPA ES LA QUE ME ESTA MATANDO.


Volvemos a culpabilizar indebidamente, ¿Es culpa de la culpa mi sufrimiento? O ¿Es culpa mía sentirme perra miserable?

Pero, si me siento culpable ¿estoy absuelta?

Perdóname, tú que no tienes culpa…

martes, 20 de julio de 2010

"Solo porque alguien no te ama como tu quieres no significa que no te ame con todo su ser"

Bueno es el cuento más largo que he hecho. Llevo algún tiempito modificándole ciertas cosas, pero la esencia siempre fue la misma... ¿Dedicatoria? Por supuesto.

-Yo te decía quédate conmigo y tú me decías ya deja el drama- escribió él.

Un minuto después envió: Perra es perra.

-Lo siento, papi –escribió ella- Te amo.

La muchacha observó la conversación hasta que el Messenger le indico que él se había desconectado. No obtuvo respuesta a su mensaje, ni siquiera sabe si fue leído. Permaneció estática varios minutos frente al monitor. Luego miró su reloj, la 1:00 de la madrugada, 14 de julio del 2010. Los ojos le ardían, como cuando son expuestos al agua de la piscina, entonces los roció con un poco de colirio. Apagó la computadora, se acostó y permaneció estática toda la noche.

Pasados 5 o 6 años, un viernes a las 6:00 pm, se encontraba caminando por la Castellana. Las cosas no habían cambiado mucho a sus 24 años, la plaza seguía siendo un sitio frecuentado por los jóvenes, al igual que McDonald’s que ahora, en vez de tobogán y piscina de pelotas, tenía maquinas de videojuegos de última generación. Venía de la casa de su editor, caminando despacio, porque los tacones comenzaban a molestarle. Al pasar frente al sitio antes conocido como el León, sintió unas ganas enormes de tomarse unas birras, con sus panas, los verdaderos.

Su físico había cambiado. Siempre había sido una joven delgada y sencilla, cándida pero atractiva. Ahora disfrutaba de un cabello largo, ondulado y negrísimo que llevaba suelto, y se movía a la velocidad de sus pasos. Su rostro se enmarcaba de una manera preciosa y todavía conservaba su hipnotizadora sonrisa. Estaba más rellena, eso sí, aunque igual de atractiva. Llevaba un vestido corto, color vino tinto que contrastaba con su piel morena.

Se detuvo en la esquina del restaurante tailandés, obstinada de caminar, y movió su mano frente a un taxi que estaba ocupado. Pasaron algunos minutos en los que no vio pasar a ningún otro. Sacó el teléfono de su bolsillo y le escribió a su editor: “Los pies me están sangrando de nuevo, no pasa taxi ¿Me puedo quedar en tu casa?”. Mientras el teléfono anunciaba que el mensaje había sido enviado, una mano se posó sobre su hombro. Mariaemilia volteo y grito asombrada:

-¡Francisco! ¡Papi! ¡Cuánto tiempo!

Los amigos se abrazaron fuertemente, gritaban de emoción. Francisco la separó de su pecho, colocó sus manos sobre los hombros de la chica y observó su rostro. Mariaemilia no paraba de hablar: “¿Qué haces aquí? ¡Coño, me están sangrando los pies!, ¿De dónde saliste loco? ¡Nojoda, no pasa ni un taxi!”. El joven permaneció callado, ignorando el bombardeo de preguntas y la detalló por varios segundos. Detalló su maquillaje, su cabello, y sobretodo su sonrisa. Luego dijo:

-¿Nos tomamos unas birras?

Mariaemilia aceptó la petición y subieron al restaurante de comida tailandesa. Mientras caminaban Francisco le contaba las bendiciones de la comida tailandesa: “El arroz que dan aquí es exquisito”. Entraron al local tomados de la mano. Al llegar la anfitriona se acercó a ellos:

-Buenas noches –dijo- Bienvenidos ¿Mesas para dos?

-No se preocupe- Respondió Francisco- Nos están esperando.

En la esquina del fondo un hombre de unos treinta años les saludaba sonriente, a su lado estaba una mujer rubia charlando con un hombre calvo mayor. Se acercaron a la mesa y Francisco tomo una silla extra. Antes de sentarse, saludó al grupo y le entregó una cajetilla de cigarros a la rubia, después dijo:

-Miren, ella es Mariaemilia- señalando a la muchacha a la vez que ella ofrecía su mano a los desconocidos.

Ambos se acomodaron. Francisco ordenó las cervezas y el arroz prometido. Mariaemilia estaba algo incomoda, no tenía la facilidad de socializar rápido. Mientras los amigos discutían si debían ordenar whisky o coñac, ella sacó el teléfono y vio varias llamadas perdidas de su editor, junto con un mensaje de texto: “Dale pues, vente. Me encanta que te quedes conmigo, compré juguetes nuevos”. Rápidamente apagó su teléfono. Francisco se acercó y le susurró:

-¿Quién es? ¿Tu novio?

-No vale – dijo sonriendo- Mi editor, preguntando vainas del trabajo, nada importante.

Después de haberse tomado varias cervezas, tragos de coñac y tres vasitos de vodka, Mariaemilia se integró a la conversación. Se sentía bastante cómoda, los amigos de Francisco eran escritores, como ella. Hablaron de cine, libros, festivales y del último invento de Apple:

-Fíjate chica- Pronunció la amiga rubia- que crearon un programa que decodifica los sonidos de la mente y luego la computadora te dice el nombre de la canción en la que piensas.

El reloj del restaurante señaló que era medianoche. Distintas mujeres aparecieron en el local, bailarinas temáticas. Un grupo dio inicio al performance, mientras el resto les ofrecía licor a los clientes. Una de ellas se acercó a su mesa. Llevaba una falda larga y el pecho cubierto con una tela ajustada. Usaba el cabello recogido por una enorme pinza dorada. La mujer se movía suavemente, al ritmo de la música oriental, y en sus manos llevaba una botella de vodka. Se aproximó hacia Mariaemilia e inclinó la botella arriba de su boca. Ella tragó el líquido y, cuando terminó de beber, tomo a la bailarina por un brazo, miró a Francisco y la beso en la boca. Fue un beso de diez segundos, intenso y apresurado. Cuando la bailarina se marchó, todos la miraron sorprendidos:

-Así es Mari- dijo Francisco riendo- igualita toda la vida.

A la 2:30 de la madrugada, Mariaemilia se encontraba de nuevo en la esquina tratando de conseguir un taxi. Sus pies aun dolían, pero no le importaba. Después de un rato de risas incontrolables con la chica rubia, llegó un taxi. Los tres amigos de Francisco se despidieron.

La joven se sentó en las escaleras de lo antes conocido como el León. Estaba descalza, sostenía los tacones con las manos y colocó la cabeza sobre sus rodillas, con la mirada hacia el suelo. Francisco se acercó a ella. Se sentaron un rato a comentar como había cambiado el McDonald’s, la hacienda la Estancia, la Central y el resto de Caracas. Ella se acercó a él, y se recostó en su hombro:

-Antes no hubiésemos podido estar aquí, a estas horas ¿Te acuerdas? – Dijo suspirando- En cualquier sitio te mataban. ¿Qué arrecho no? Que arrecho como todo cambia…

-Hay cosas que nunca van a cambiar, Mari.

Francisco se acercó y la beso en los labios, de manera sutil, rozándola solamente. Tomó sus zapatos y los colocó en las escaleras. Sobó sus pies adoloridos y muy despacio le calzo los tacones. La joven lo miró con ternura, algo nostálgica, como cuando se ve a un hermano perdido o a un cómplice tras las rejas. Un taxi pasó frente a ellos y Francisco corrió a detenerlo. Busco a Mariaemilia y la montó en el taxi:

-Tome señor – Dijo Francisco dándole un billete al taxista- ¿Dónde te deja Mari?

-En la Urbina – Dijo ella mirándolo – Pero tú te vienes conmigo.

El auto arrancó y comenzaron a besarse. Se besaban sin detenerse, por lo que varias veces se ahogaron con saliva. El taxi se detuvo cerca de un parque abandonado y una antigua pizzería. Bajaron tomados de la mano y entraron al edificio. Se besaron en la entrada, en el ascensor y en el pasillo del piso 20. Mariaemilia intentaba buscar las llaves en su cartera mientras Francisco la recostaba contra la puerta de su apartamento. Sobaba sus caderas por encima del vestido y olía los restos de perfume en su cuello. Cuando por fin entraron, se inmutaron al ver el paisaje. A través de las grandes ventanas, se asomaba una Caracas tranquila, llena de lucecitas blancas y amarillas. Bajo el cielo oscuro, las viviendas montañesas continuaban imitando un pesebre navideño. Permanecieron varios minutos observando, extasiados, hasta que una sirena de ambulancia acabó con el silencio.

Ella pasó a su habitación, lanzó sus tacones Aldo y se dirigió a la cocina. Francisco continuaba disfrutando la vista desde el balcón. Ella se acercó con una botella de champagne y le susurró:

-Mucho más lindo es el amanecer.

Francisco tomó la botella y derramó champagne en su cuello. Observó como el líquido se deslizaba por la piel y entraba a su escote, manchando su ropa. Luego, le apartó el cabello de la espalda y bajó el cierre hasta que el vestido cayó sobre sus pies. Continuó esparciendo licor por el torso desnudo de su compañera y comenzó a lamerla. Succionaba cualquier rastro de bebida como un alcohólico desesperado. Ella gemía suavemente, y con ambas manos intentaba despojarse del diminuto biquini que cubría su sexo.

El joven la recostó en el sofá del balcón. Se despojó de sus zapatos de punta café, de su camisa negra y de su pantalón oscuro. Conservó las medias y el interior, como en los viejos tiempos. Ambos se miraron fijamente. El reflejo de la lámpara sobre los ojos de Francisco los hacían ver más brillantes, más verdes. Se arrodilló frente a ella y, colocando las manos sobre sus caderas, deslizó suavemente el biquini desnudándola por completo. Mariaemilia temblaba, su ritmo cardiaco se incrementó, y comenzó a sudar. Francisco introdujo un dedo en su vagina.

La muchacha gemía estruendosamente. Los desenfrenados movimientos de caderas acompañaron el movimiento de sus dedos, de su lengua. Francisco tenía años sin experimentar aquella sensación. Su vista se nubló, sus brazos temblaban. Se subió de rodillas al sofá. Acomodó las piernas de la chica sobre él, escupió sobre su vagina y la penetró fuertemente. Mariaemilia cerró los ojos por un instante, y al abrirlos observó el rostro de su pareja.

El movimiento fue intenso. Estuvieron bastante tiempo copulando, repitiendo la escena después de cada eyaculación. El reloj anunciaba las 5:50 am. El amanecer los tomó por sorpresa, junto con el último polvo de la velada:

-Mari– pronunció el joven aun estando dentro de ella- me tengo que ir.

-Quédate conmigo, por favor.

-No puedo – dijo él separándose- estoy casado.




Es mi primer relato erótico, no sean tan duros. O mejor si.

martes, 13 de julio de 2010

Memorias

Mi primera publicación en una revista (aunque no vaya a tener ningun tiraje)
Va dedicada a su editor:

-“Dale, dale, dale a la piñata, túmbala pal suelo, queremos caramelos” Debajo de la mesa podía escuchar a mi familia y al resto de los invitados entonar la cancioncita. También escuchaba el palo de escoba estrellándose contra la piñata. Vi los piecitos de mi hermana correr de un lado al otro y a mi papá buscándome por el parque. Las manos me temblaban y allí calladito, comencé a llorar.



Martin calló por un instante. Comenzó a morderse las uñas con desespero. Uno de sus dedos sangró. Ángela se inclino y le ofreció un pañuelo de una cajita de cartón, él la tomó y se cubrió el dedo. Mientras lo masajeaba suavemente continuó hablando:


-Fue en octubre del 72. Yo tenía 7 años, y ni imaginaba que el sexo existía. Yo pensaba que uno de chiquito escogía a una niña, se hacia su novio, se casaban y ya, así de simple – Suspiró y miro a Ángela- ¿Cuánto tiempo nos queda doctora?


-No te preocupes, queda suficiente. Debo decirte que has progresado mucho.


Martin sonrió. Le brindo una sonrisa suave, triste, sincera, tratando expresar gratitud. Retiró el papel de su dedo y succionó la sangre que quedaba, después continuó relatando:


-Yo lo escuchaba gritar mi nombre “Martin, hijo, Martin”, pero no me atreví a salir. Tenía miedo de que le contara a mi mamá, tenía miedo de que me castigara ¡Dios, que estúpido fui!- Martin rompió en llanto.

-Debes tener en cuenta que tu reacción fue normal, las víctimas de abuso sexual suelen sentirse culpables, sienten que ellos mismos…

-¡YO SE QUE NO FUE MI CULPA! – Gritó Martin- Por eso es que cuando cumplí 19…

-Continua, vas muy bien- Pronunció la doctora inclinándose hacia él.


-Me escondí en su habitación, en el armario, a esperar que llegara del trabajo. Mi mamá estaba de viaje, en San Cristobal y mi hermana no había llegado de una fiesta. Esperé que entrara, que encendiera la televisión a todo volumen, y cuando lo vi de espaldas deshaciendo su corbata lo golpeé. Lo golpeé durísimo, con un bate que guardaba en el closet. Lo golpeé repetidas veces. Después, huí del pueblo y me vine a Caracas- Martin succiono su dedo fuertemente por varios segundos y sonrió alegremente- No lo maté, pero me enteré que había quedado destruido, en silla de ruedas y ciego.


Martin continuó mordisqueando sus dedos y la doctora comenzó a escribir un sinfín de palabras en su cuaderno. Minutos más tarde, una alarma estruendosa acabó con el silencio de la sala. El reloj de la mesa señaló que habían culminado los 45 minutos de terapia.


-Nos vemos la próxima semana, Martin- dijo Ángela mientras apagaba el reloj y cerraba su cuaderno de trabajo.

martes, 6 de julio de 2010

¿Qué desea?

A mi prima Stephany:


-¿Qué desea?- preguntó el muchacho risueño, mientras limpiaba un vaso de cristal con un paño blanco.


La noche del 8 de octubre del 2009, Virginia estaba sentada en la barra de un bar, en la planta baja de su edificio. Uno de los locales mas cutres de Caracas, situado al lado del hotel Rey frente al Millenium Mall. Una bulla insoportable se expandía a su alrededor. El baúl de la salsa retumbaba las cornetas del equipo, las risas de un grupo de personas se proyectaban estruendosas y los gritos de un borracho no la dejaban escuchar la voz del cantinero.


-¿Cómo?- preguntó Virginia arrugando la cara.

-¡¿Qué que desea?!- repitió el cantinero inclinándose hacia ella.


Coño, ¿qué deseo? pensó Virginia. Hace 1 año, deseaba obtener un cupo para estudiar medicina en la Central, pero ya se resignó a que en unos meses comenzaría a estudiar farmacia en la Santa María. Hace 6 meses, deseaba que Manuel se la llevara de vacaciones a Argentina con él, pero ya se resignó a que si no la había llamado hasta entonces, significa que no llamaría nunca. Hace 3 semanas, deseaba no haber estado tan borracha como para terminar ensartada de boca y vagina por los miembros de dos vecinos: “Pero ya me resigné, soy la puta del edificio”.


-No ser tan pajua – respondió varios minutos después.


El muchacho se había alejado para atender un señor recién llegado. Con un destapador Polar, le quitó chapa a una verde y se la entregó al hombre, éste se acerco a Virginia y pronunció con seguridad.


-La pajuez no se quita, eso es algo que nos dio papa Dios a todos los venezolanos- tomó un trago- lo que puede hacer, señorita, es ponerse a beber conmigo, que eso también no los dio papa Dios, el gusto por la bebida.


-Échate un trago mi reina- dijo el cantinero ofreciéndole un vaso de vodka a la muchacha –te invitamos nosotros.

-No puedo. Precisamente la bebida es la que me tiene jodida- dijo Virginia mientras jugaba con sus llaves.

-Pero toma chica- ofreció otra vez el señor, sonriente- uno nada más.


Cuando se lo habría de contar a su amiga, Virginia no recordaba porque aceptó aquel trago de vodka. Después de haber bebido sintió un cosquilleo en la garganta, sus manos temblaban y la lengua se le durmió. Lo último que recuerda fue la risa burlesca del cantinero y la mano del otro apoyada sobre su hombro desnudo.


Virginia intentó levantarse de la butaca, pero el hombre la tomó por la cintura y la sentó de nuevo. Comenzó a besarla en la boca y el cuello, mientas estrujaba todo su cuerpo por encima de la ropa. Minutos mas tarde, revisó sus bolsillos y encontró las llaves con las que estaba jugando anteriormente.


-¿Dónde vives tú?-le susurró el cuarentón a Virginia.

-En este edificio- dijo sudada y temblorosa- en el piso 6.


El hombre se acercó a la barra, le dio 200 bolívares al camarero y se retiró con la muchacha tomada de la mano. Para entonces aquella no era Virginia, sino un objeto dispuesto para el uso y disfrute de cualquiera. Días después, Virginia se encontraba llorando en su cama deseando nunca haber entrado a aquel bar.

viernes, 2 de julio de 2010

Es increible Mari, te da miedo cagar

Cuando estoy deprimida, cansada, nerviosa o ansiosa me dan muchas ganas de cagar. Es inexplicable, y hasta incomodo de decir, de hecho, nunca se lo había dicho a nadie. Siempre me ha parecido desagradable hablar de la mierda, no soporto el hecho de que los seres humanos tengamos que cagar, lo arruina todo. La estética de la humanidad desaparece cuando recuerdo que todos cagamos. Una particularidad mía es que, desde que tengo memoria, siempre me ha gustado alguien. No la misma persona, lógicamente, pero no ha existido un dia en el que no me sienta obsesionada con el físico, la actitud, la personalidad o los ojos de cualquiera. Me encanta ser así, pero la imagen se daña cuando, inevitablemente, me imagino a esa persona cagando.


¡Qué introducción tan estúpida les he dado!

Todavía no puedo creer que haya escrito el párrafo anterior, y menos creo que lo haya publicado en el blog. Tengo que empezar a superar el miedo, la vergüenza, y esta es la manera más efectiva que encuentro. No me defino como una persona fuerte, admito que me da miedo el “que dirán”, pero aun así, lo que encuentro maravilloso de mi personalidad es que: ESE MIEDO NUNCA ME HA REPRIMIDO. Coño, de bolas que me da miedo no encajar, mentiría si dijera que me sabe a culo lo que los demás digan de mí, pero nunca he dejado de hacer las cosas por ello, i love myself.

Empecé confesándoles que cuando estoy deprimida o ansiosa (ahora mismo) me entran muchas ganas de cagar y no entiendo porque. No se si a otras personas les pasara lo mismo y yo me estoy ahogando en un vaso con agua, no se si es estúpido que el hablar de este tipo de temas me haga sonrojar o sentir incomoda, si quiero escribir literatura erótica no debería avergonzarme del cuerpo humano y sus funciones. Quizás a ti leyéndome te doy asco, pero no deberías.

¡Qué ladilla mi hermanita empezó con la flauta! Pero no me importa, es demasiado dulce y la amo.

Estoy trabajando en un cuento, es mi primer relato erótico. No está listo, lo he leído varias veces y aun no me convence, ME ENCANTA EL TEMA, LOS PERSONAJES, EL AMBIENTE, TODO, pero existe algo que me perturba: la inclusión de la mierda como protagonista. La idea se me ocurrió un dia, después de cagar (odio escribir esto) y me pareció interesante. No se siente asqueroso el relato, pero no lo puedo evitar, es un miedo que tengo que superar.

Aquí les anexo un fragmento:

-Mava, pero es totalmente normal, soltar un gas de vez en cuando.

-Es que no es de vez en cuando, mi estomago sabe. Es cuando estoy con un tipo.

Son casi las 8:00 de la mañana del dia viernes. Ana Cecilia no se ha despertado del todo, en cambio María Victoria apenas pudo dormir.

-Pueden ser tus nervios ¿Huelen muy mal?

-Realmente sí, pero ese no es el problema. En el transcurso de mi vida aprendí a controlarlos, me paraba cerca de una ventana, me alejaba un poco y listo, problema resuelto.

-Sigo pensando que son los nervios ¿Has probado con un kiwi pelado en ayuna?

TRIBUTO



“Asi es -suspiro el coronel- la vida es la cosa mejor que se ha inventado”



TE AMO. Gracias a ti creo en la magia, creo en la belleza de las palabras juntadas unas con otras buscando conectar las almas que separa la distancia fisica… (Q lugarcomun soy)



TE AMO. Porque mi vida se reduce a un antes y un despues de haber leido 100 años de soledad, porque no morire sin haber leido todas tus obras.



TE AMO. Me enseñaste que no es una locura que te repugnen tus propias obras, que las encuentres ofensivas y mediocres hasta el punto de irritarte cuando alguien las lee en voz alta, en tu presencia.



TE AMO. Eres todo lo que sueño, y eres tu con quien sueño. Aunque suene creepie, me encantaria sentarme a tus pies y escucharte hablar, por horas, escuchar todo lo que me quieras decir.



TE AMO. Me obligas a continuar escribiendo, porque dijiste que una obra maestra tarda. A mantener viva la ilusion y creer en el amor y a respetar la soledad.



TE AMO. Tu describes un mundo donde todo es fantastico, donde hay demasiadas cosas con las que puedes ser feliz.



ahh.. y gracias por darle un titulo a mi blog.



te odio porque se que nunca te conocere, aunque tampoco importa, vives en mi.

miércoles, 30 de junio de 2010

Tardes Felices, Sonrisas Gratis

Hoy casi me roban (A nadie sorprende). Hoy mi amigo Gustavo me dijo que me pasaría buscando y no llego a tiempo (Nada nuevo, tampoco) pero, en vez de esperarlo, resignándome a llegar a tarde, decidí irme a pie. Mi mejor amigo tenía media hora esperándome en las mercedes, no podía seguir esperando a Gustavo, y los malandros que me estaban siguiendo se habían marchado. Si hay algo que odio en Caracas es el centro comercial Tolon: pequeño, asfixiante, muy alejado de la estación de metro, lleno de “faranduleros” que, aunque no tengo nada contra ellos, se ven casi todos iguales (perturbador). Podría decir que lo único que me gusta de el Tolon son el cine 3D y, anteriormente, los carteles de Loony toons que se asomaban en el techo.

En fin, esta vez no iba al Tolon (Gracias a Dios) si no a la plaza Alfredo Sadel, a ver el partido de Portugal-España. Realmente no me importa el futbol, pero me encanta lo que logra hacer con la gente. Me gusta como une a las personas, me gusta porque es una alternativa de ocio fenomenal, es una excusa para ver a los amigos, joder y tomarse unas birras. Tampoco le iba a ninguno de los dos equipos, fui por las razones anteriores y para ver si el destino me regalaba unos besos.

(El párrafo anterior es una introducción estúpida, pero sirve para situarnos en el ambiente) Lo que me inspiro a escribir este relato (lo que obligo a mi cabeza a repetir millones de veces –tengo que escribir esto, tengo que escribir esto-) fue un vendedor de barras nutritivas que conocí en la camionetica de Chacaíto a las Mercedes. No tenía una pierna (aunque no lo crean, es un dato muy irrelevante en la historia), tenía los ojos grandes y gritaba con orgullo: “Permiso que voy sin frenos” y “¡Mochos al poder!”.

-Muy buenos días señores- dijo el mocho al abordar, con la muleta debajo de su axila y con un saco de mercancía en el otro brazo- ¡Buenos Días! ¡No escucho!

-Buenos días – dijimos algunos, obstinados, mientras pensábamos: Que ladilla, otro más.

El mocho comenzó a ofrecer a cada pasajero un combo de 3 barras nutritivas de yogurt, miel y avena y otro sabor que no recuerdo.

-Toma galán, que me estas quitando el producto con los ojos.

La gente comenzó a sentir la energía positiva que transmitía el mocho, debido a las ocurrencias que recitaba con su enorme sonrisa. Empezaron a hacerle preguntas, lanzarle bendiciones y a bromear con él. En el autobús se vivió un ambiente de confianza, de complicidad. Era una sensación tan agradable, como cuando nos encontramos sorpresivamente con un viejo amigo, una alegría sencilla, corta pero muy significativa.

-Toma chica- me dijo – y no me lo rechaces, que tú sabes que eres toda light ¡Qué bonita!

-No gracias – dije con una gran sonrisa – pero, GRACIAS.

Me encantó que me dijera bonita, lo confieso, hacía mucho tiempo que nadie me lo decía. No me importa si fue una táctica (obviamente) para venderme sus extraños dulces, no me importa, puedo decir que este señor fue el gran trozo de felicidad de mi tarde. Cuando se dirigió a los asientos del final, no quise voltear, no quise que se sintiera observado, pero cerré los ojos y por varios segundos me dedique enteramente a oír su voz:


-Señora en esta vida hay que saber de todo ¿sabe? yo no sé que dice aquí, esto está en el ingles, pero bueno yo le resuelvo ¡deme acá!;

-¡Agárrense los bolsillos que voy pasando por los riales!;

-No todo puede ser chocolate, también hay que darle dulces pa’ los diabéticos, el de yogurt es el más solicitado;

-Señora, por favor, quítese esa palabra de la boca, deje de decir no tengo. Diga que no me quiere comprar, pero usted tiene de todo, usted esta bendecida por Dios… y yo también.


Me habría encantado abrazarlo, decirle cuan feliz hizo mi viaje, o tan solo comprarle una de sus barras. Pero, lamentablemente soy muy tímida para hacerlo… y no tenía más que los 2 bolívares fuertes del pasaje en la cartera.

domingo, 27 de junio de 2010

El miedo y el masoquismo van de la mano

- Me tiene trastornado, el sonido. Cada taconazo es un estruendo y me pongo a llorar. A llorar, mariquisimo, cuando lo que quiero es gritar.

-¿Los aguja? ¿Con plateado?

-Todos. Se oyen tac-tac-tac… infinitos los dolores de cabeza.

-¿Y por qué no te mudas? ¿Por qué no te vas?

-Porque es peor no oírlos.

martes, 8 de junio de 2010

Los hijos son la alegría de la vida

Aquella noche de verano el cielo estaba oscurísimo y nublado. Un viento helado se aproximaba desde el este, y en casa de los Hernández casi acaban los preparativos. José asegura las ventanas y la puerta trasera, mientras María se encarga de colocar los alimentos en cajas de cartón. Los cuadros han sido descolgados, los objetos de vidrios envueltos en periódico y ya acondicionaron el sótano con colchones, linternas y el botiquín de primeros auxilios. El viento se intensifica y comienza resoplar aun más fuerte, tanto que azota los gabinetes de la cocina. José se acerca, con aspecto cansado y apoya su mano sudorosa sobre el hombro de María:

-¿Qué mas falta?- preguntó José, jadeante.

-Que llegue la niña.

Eran las 11:30 de la noche, y los Hernández solo recibían noticias sobre la tormenta. En el noticiero, recomendaban trasladarse a los refugios y mantener la radio encendida, mediante el uso de pilas, ya que también pronosticaban fallas eléctricas. Los ojos de María se inundaron al ver la puerta principal sin tranca:

-¡Llámala de nuevo! –dijo. Sus manos temblaban cuando le ofreció el teléfono a José.

La tormenta arribó por fin en los suburbios de Florida. El sillón comenzó a moverse y la lámpara de araña cayó sobre la mesa del comedor. Se escuchaban al unísono los gimoteos de los Hernández y los crujidos de la madera, los gritos y los relámpagos.

La madrugada siguiente, llegó una joven con aspecto desfachatado, con los ojos desorbitados y los cabellos despeinados. Entró a la casita, ahora sin puerta, y se adentro hasta el salón. Observó dos cuerpos inmóviles yaciendo bajo una enorme viga de madera. Impresionada, se alejó del recinto. Escuchó la voz de su madre por última vez: “No te vayas, ayer pronosticaron una tormenta”.

martes, 1 de junio de 2010

Antihéroe

A Graciela, mi fiel lectora:

Tú me consideras un héroe, querida amiga, pero déjame decirte que nunca has estado más equivocada. No habría tenido la oportunidad de salvar a tu compañera sino hubiese sido el culpable de su desgracia. La suma de dinero que me ofrecía era más de lo que podía soñar, y no resistí, le vendí las drogas. Horas más tarde, la vi tirada en el baño, llena de vomito espeso y amarillento, cubierta por el cuerpo de una mujer que no paraba de gritar. No tuve más remedio que llevarla a urgencias y llamarte enseguida.

Mi psicólogo tiene razón, a pesar de todo la salvé, pero
¿Cuántas otras vidas no habré desgraciado?

lunes, 24 de mayo de 2010

Desesperanzados

En sus noches solitarias, Mireya Márquez, se retuerce de la furia al no poder tener un hombre a su lado. Se toca insaciablemente, buscando obtener lo que nadie le ha podido dar: Satisfacción. Su brazo raspa las esquinas de sus muslos, y sus dedos palpan el terreno sin conquistar. Con la mano izquierda, jala su cabellera grasienta en nombre de la pasión. Son esos mismos cabellos los que rozan su espalda y provocan las erupciones de espinillas que le llegan hasta el torso. En el pueblo margariteño no queda nadie por seducir, ya para todos es “la fea que tiene plata”.

Paralelamente, como colocados en el mismo teatro, se encuentra Raimundo Atlántico acariciando su sexo. Él no busca el placer imaginario, más bien, rememora sus aventuras de marinero. Recuerda cuando encontró su primera fortuna y la gasto en tragos y mujerzuelas. Así es él, desligado con los riales, y desligado porque no se los suda. Ahora está viejo y su instrumento no se le para, tiene como 10 años sin estar con una mujer. Su adicción al sexo lo llevo a experimentar con varios tripulantes, pero la cosa no cuajo, no es lo mismo.

A las 5:00 de la mañana Mireya agarra cuatro trapos y se va de un portazo. El clima es húmedo, lo que empeora su cabello. El salitre le pica en los ojos, pero igual camina con el mentón hacía arriba, usando una dignidad que no le queda. Es domingo de resurrección, las calles están solas y, a excepción de unos borrachos desmayados, el muelle está despejado. La esperanza llena su corazón, siente que el horizonte le susurra que se atreva.

Unas coplas se entrometen en sus pensamientos. Enfoca la vista y ve a un capitán viejo e inútil tratando de anclar su nave. Decide ayudarlo. Mientras se acerca, le emociona el aspecto varonil y desfachatado del hombre. Cambia de opinión, y en vez de ayudarlo, se acerca hacia él, caminando sensual mientras se desabotona la blusa. Lo encuentra de frente. El hombre impactado modula:

-Yo estaré viejo y necesitado- dice con los ojos bien abiertos-
pero que Dios me salve de ti.

lunes, 10 de mayo de 2010

I
No se siquiera de que hablarte, no te mereces mis palabras. Pero no te culpo por cansarte. Existe la posibilidad de que te des media vuelta y me reclames… No, ya entendí que no.

Pero como reacciono si no lo creo? Sera que escribo en otro momento?
La noche me doblo la jugada. Ayer tan tranquila, hoy te volteas y me escupes en la cara. Tu saliva se me resbala y ahora recorre mis mejillas. La saboreo con mis labios. La parte espesa está en mis ojos y se une con mis lágrimas.

No me golpees tan fuerte, ese era mi orgullo. Lo aprisionas con tu suela mientras intento rescatarlo, Es que no te das cuenta que no tengo fuerza para luchar? No siento mis huesos, están a punto de partirse… Aun así, quien soy yo para juzgarte?

Pero tranquila, que el viento se despide y se regresa. Es inevitable que nos volvamos a ver. Te espero bajando.

II

Hoy sucumbes. No por mí, solo quieres darme una lección. No importa si entiendes o te gusta, NO IMPORTA. No espero que lo hagas, ya no espero nada de ti, ni siquiera te espero en general.

Ni los grillos se oyen, pero yo si te escucho… oigo tu voz en el teléfono, te oyes como si nada paso.

Pienso que eres sucia. Ahora soy yo quien te escupe… solo que no estás aquí para recibirlo. No estás, ni estarás… Para que te ocultas si yo sé dónde vives? Donde estudias, donde comes, donde duermes, donde sueñas, donde sientes, donde dueles…

Y si no la llame fue porque no me dio la gana.

PD: espero que te duela. Perra.
III

Los dedos dibujan en mi cuerpo toda tu trayectoria, lo que recorriste y lo que no quisiste. Lo que degustaste y escogiste como tuyo… Dime la verdad, dime si lo amaste. Un poco más fuerte, por favor. Gimo y exhalo… ahhh…

No se siente igual, no puedo imitarte, como no pude conocerte o descifrarte…

Vuelvo y me toco. Me toco y suspiro, pero me toco llorando. Es que se que no vienes más! Ya no quiero tocarme, creo que es mejor si no me muevo.
Aun queda la esperanza de que no te hayas ido, que sea otras de tus conductas extrañas.

En fin, aceptando que no vienes mas… procesando, procesando, procesando y recibido… Mejor así, el conocimiento de la enfermedad abre paso a la búsqueda del remedio. Es fácil, se llama CONTINUAR.
Supongo que en otra oportunidad deberia explicar este arranque de locura. Prometo que si pero ahora no... Aun asi la felicidad viene en trozos...

sábado, 24 de abril de 2010

Trocitos de felicidad

La felicidad viene en trozos, estoy convencida.

La felicidad: Son los lapsos de alegría, euforia y empapamiento de paz (introduzco el término) que buscan las personas todos los días. Son aquellos instantes en los que podemos entender el titulo de mi blog, en los que creemos en la esperanza y el amor. Resumiendo, son la razón de la vida misma.

El objetivo de todo ser humano, como ya dije, es disfrutar de estos momentos la mayor cantidad de veces posible. Al menos una vez todos hemos sido “felices” y sabemos que se siente rico.

Hablo de “lapsos”, “instantes” y “momentos” porque la felicidad, aunque es un objetivo, no es un fin. No consiste en alcanzar un estado “único” e “imperturbable” de paz, alegría y/o euforia, se trata de encontrar el equilibrio entre los sucesos controlables e incontrolables.

La felicidad es la búsqueda constante de un estado de bienestar que se puede alcanzar a través de distintos medios.

No podemos controlar la muerte, a veces la justica y casi nunca las desgracias. ¿POR QUÉ?.. Porque es así, no lo se, el conocimiento absoluto tampoco podemos controlarlo. Lo que si podemos controlar y, mas importante, producir son eventos que nos llenen de felicidad.

PODEMOS CREAR TROCITOS DE FELICIDAD

¿Te conoces? No estoy presentando nada nuevo, muchos lo leerán y pensaran que estas explicaciones ya son conocidas. No busco explicar la nueva “teoría de la felicidad”, solo quiero recordártela. Recordarte que nunca encontraras la felicidad total y que simplemente debes buscar los medios que te la den parcialmente, en trocitos.

Todos sufrimos, quiero decir, si esperas vivir, aproximadamente, ochenta años en el planeta tierra debes entender que serán ochenta años llenos de tragedias INCONTROLABLES. Nuestras prioridades muchas veces se derrumban, lo más amado nos sorprende y llegamos a sentir que el mundo se nos viene encima, pero de igual manera hay que seguir viviendo (seguir viviendo implica tratar de volver a ser felices). Esto también lo sabías.

¿Cómo superamos la adversidad? Todo puede superarse. Yo creé mi centro de gravedad. Uní las cosas que me gustan, hasta las pequeñas, y recurro a ellas cada vez que es necesario. Entendí que la paz es lo que necesita el hombre, entendí que por amor es que se vive, entendí que la pasión es la fuerza propulsora universal y entendí que el placer se consigue en los rincones más inéditos. Quizás esto tampoco es nuevo para ti.

Ahora, imagino la felicidad como una torta, compuesta de muchos trozos, distintos en tamaño, en sabor, en aspecto. Como cualquier alimento puede terminarse, pero también al ser un alimento creado por el hombre podemos hacerlo nuevamente, con ingredientes distintos a los de la torta anterior, pero esencialmente iguales. No te preocupes por los ingredientes, mientras el mundo exista podrás conseguirlos, aunque te tome mas trabajo. Todas las tortas son distintas, su sabor depende del cocinero, y cada vez que nos vemos en obligación de cocinar una nueva usualmente resulta más deliciosa que la anterior. Crecemos como cocineros, OBTENEMOS INGREDIENTES MÁS FRESCOS y, si aprendimos lo suficiente, agregamos algunas novedades como: endulzantes, arequipe, chocolate. Por ultimo, llegamos a entender que nuestra “torta de felicidad” es creada por nosotros mismos y, aunque otros puedan colaborar, siempre podremos hacerla solos. Esto, probablemente, no te lo hayan explicado como yo.

Igualmente, te aclaro que con mi ejemplo no sugiero que no ames a lo que posiblemente puedas perder, recuerda que el hombre necesita de la sociedad y la sociedad del hombre. Pero, quiero que entiendas que tú siempre vas a estar contigo mismo. No te digo que seas egoísta con los demás, es necesario sembrar bondad para cosechar felicidad, te digo que pase lo que pase serás TÚ el factor determinante de tu bienestar. No depende de las personas u objetos, no decidimos amar o sufrir, pero si decidimos continuar, trabajar, dejar o superar.

El objetivo del ser humano es ser feliz, mas no puede encontrar la felicidad total. No puede controlar el universo, pero conoce lo que le gusta. Es feliz cuando hace, tiene o presencia lo que le gusta. Estar a gusto es el estado de bienestar. El estado de bienestar no es una meta, es un obsequio inseguro. Haber disfrutado de bastantes trozos de felicidad durante el transcurso de tu vida te ayuda a afrontar la adversidad.


Finalmente concluí que: La felicidad está en uno mismo.

lunes, 19 de abril de 2010

He intentado superar esta obsesión, pero me resulta imposible.

Incontables veces lo oí dar vueltas en su cama. Su rostro albergaba los más hermosos ojos azules que hubieran podido enamorarme. Escuche sus delirios y fui testigo presencial de las noches de pasión que le brindaban ciertas individuas. Era un amante excepcional.

Muy tarde por la noche me acerque. Esta vez era distinta, hacía mucho frío. Él dormía profundamente cuando comencé a acariciarlo. Mi piel se encendió durante cada movimiento, quizás era la adrenalina o la lujuria propia de los enamorados. En dos oportunidades respiro muy exaltado y me detuve, tenía miedo.

Obsérvalo, detállalo, imagínalo, anhélalo y persíguelo. He intentado superar esta obsesión, pero me resulta imposible, es una pesadilla. Probé hipnotizarme, hechizarme y psicoanalizarme pero no obtuve ningún resultado, así que me rendí. Me rendí hace tanto tiempo que no me recuerdo a mi misma luchando contra el amor.

La mañana siguiente partiría a España. Era la madrugada del ocho de octubre y no podía dejar de olfatear al hombre que yacía a mi lado. El contacto de nuestros cuerpos era cada vez más fuerte, mojaba mis muslos, aceleraba mi respiración y apretaba el puñal que, por precaución, sostenía mi mano izquierda. No puedo entender como todos aquellos que lo conocen no sienten lo mismo que yo, me parece ridículo.

El amanecer me tomo por sorpresa. Escondida, pude observar como comenzaba a desvestirse. Observe fijamente como la ropa se deslizaba por sus piernas y culminaba en sus manos. Aquel espectáculo fue una revelación: no puedo permitir que se marche. Examiné varias posibilidades y me arme de valor para realizar la más efectiva. Me abalance sobre su cuerpo y lo bese. Un beso tan triste que sangro sus labios.

Asesinato en primer grado, usurpación de propiedades intelectuales, allanamiento de morada y realización de actos propios de la necrofilia. Ahora bien, es aceptable preguntar: ¿Fue mi culpa?