jueves, 21 de octubre de 2010

¿Qué habrá sido de mi mamá?

-¡Vecino! tenemos una vecina nueva, vamos a darle la bienvenida- dijo la señora Catalina mientras yo colocaba una nueva alfombra frente mi puerta.


No respondí. Mi vecina continuó hablando, así que lancé la alfombra al suelo y entré a mi apartamento dando un portazo. Afuera se oían sus maldiciones. No me importan. Me senté en el sofá frente al balcón, encendí un cigarrillo y contemplé desde la ventana a mi vecina nueva. Por supuesto que la conocía, era mi hermana.

Hace años, muchos, que las había dejado solas. La última noche que las vi, encontré a mi madre tirada en el mueble, maloliente, borracha y desaliñada con un hombre maduro manoseándole la entrepierna. Provocó tanta repulsión en mí, que la escupí en la cara y la maldije llorando. Me marché sin cerrar la puerta y cuando tuve el valor de voltear, vi a mi hermana, enmudecida mirándome. La recuerdo pequeñita, frágil y sumamente delgada, casi desnutrida, con el cabello enredado y con golpes en la cara. Por un momento estuve tentado de llevarla conmigo y alejarla de ese mundo de prostitución que le esperaba. Obviamente no lo hice, y todavía me arrepiento de ello.

Habían pasado algunas horas y yo seguía mirándola. Ahora estaba sentada en el piso, desempacando platos, vasos y cubiertos y colocándolos en un estante marrón. Podía ver todo lo que hacía, hasta podía leer sus labios mientras cantaba. Pude observar que su puerta principal estaba abierta y me dispuse a bajar. El ascensor no funcionaba, tuve que descender por las escaleras. Cada escalón me creaba una nueva expectativa: ¿Qué estaría haciendo? ¿Se habrá graduado? Para vivir aquí hay que tener plata, mucha, pensé. También deduje que no estaba casada porque no he visto a ningún hombre con ella ¿La mantendría algún mafioso? ¿Me reconocerá? ¿Qué habrá sido de mi mamá?

Cuando llegué me detuve frente al arco de la puerta. Se encontraba de espalda a mí, todavía ordenando algunas cosas. No hice ningún ruido y decidí esperar a que volteara. Permanecí inmóvil, con el corazón acelerado y sin poder controlar el temblor de mis rodillas. Se levantó por fin, cerró las cortinas de la ventana y se dirigió hacia la puerta. Me vio. Nos miramos por al menos 10 segundos fijamente. Luego, se acercó a mí y me habló:

-¿En qué puedo ayudarte?

-¿Sabes quién soy?

-No, disculpa.

-Soy tu vecino del edificio del frente, mucho gusto.

2 comentarios:

  1. Uff, esa gente que no te reconoce... me ha pasado, a veces me pico y les digo "Soy Rosi, la de tal parte. ¿Cómo no te vas a acordar de mí?", otras veces sólo me vuelvo a presentar. Pero pobre chamita, era puta de la mala vida. Sí, peor que puta: puta de la mala vida. En fin, ¿qué pasó con la mamá? :)

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