domingo, 14 de marzo de 2010

Chile, contigo!




27 de febrero del 2010

Un enorme calofrió recorre todo mi cuerpo, después de un minuto comienzo a temblar y siento la sangre derramada en mis labios. Sin desesperarme, despierto con un sabor amargo en mi boca. No me preocupo, todos los sábados aproximadamente a las tres y treinta de la madrugada mi sueño se ve interrumpido abruptamente por los grandes malestares que me causa el licor. Me dirijo al baño, bebo abundante agua del grifo y enfoco rápidamente la mirada en el espejo mientras me sujeto al lavabo. Creo estar mareado, se lo atribuyo al ron. Al tratar de abrir el botiquín de los medicamentos una enorme parte del tejado provoca que mi alma abandone el mundo terrenal.

Es fascinante descubrir como un suceso de menos de dos minutos de duración puede modificar el eje de la tierra, alterar la duración de los días y demoler una ciudad que, ingenuamente, permanecía tranquila esperando el nuevo amanecer.


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