sábado, 11 de septiembre de 2010

Otro desesperanzado

Algunos lugares sólo existen en mi mente. Son una mezcla de espacios recorridos y de sitios imaginados. Se relacionan, se abrazan y se unen. Son sueños y recuerdos. Soy yo. No me pidas que te pruebe su existencia.



-“Soy Armando, tengo 35 años y me encargo de escribir los menús de los más prestigiosos restaurantes de la ciudad”.


Bebió un sorbo de agua luego de enviar su mensaje. Cerró todas las páginas de internet, ya que no quería que nada interrumpiera su conversación. Mucho le había costado averiguar quien era, como para no prestarle la debida atención. Parecía que la había encontrado. Seis semanas y media parecían suficientes. De repente, siente un palpito, un presentimiento: “Es ella” se dice a si mismo, “es ella” y sonríe. Rápidamente se levanta de su asiento y coloca los grandes éxitos de la Fania en el reproductor de Cds, a todo volumen. Se acerca a su computadora, pero no ve respuesta alguna. Sin embargo, se vislumbra una fotografía en el display de la conversación. No hay duda, es ella.


Y ahora… un tributo a la salsa:



lalalalalalala, ¡Que cante mi gente!


Las cornetas retumban en el apartamento. Armando se desliza por aquellos míseros metros cuadrados, donde apenas hay espacio para unos cuantos muebles. La música está tan fuerte, que el vaso de agua cayó en el suelo y los vecinos comenzaron a quejarse:


-¡Apaga esa vaina! ¡Nojoda! ¡Son las 12 de la noche!


Nada parece perturbar su estado de euforia. Se comporta como un drogadicto después de haber inhalado grandes cantidades de cocaína. La vecina golpea incesantemente su puerta, y el conserje se cansó de llamarlo. No hay manera de apaciguarlo, y como con cualquier adicto, se debía esperar a que su necesidad fuese saciada, a que volviera al estado de sobriedad donde pudiera ser reprendido. Un pequeño resplandor en la pantalla llama su atención, ella le había contestado:


-Hola, Armando ¿Nos conocemos?


Seis minutos exactos le tomó contestarle. Él, Intimidado por las crudezas de sus palabras, no quiso responder al instante. La música cambia y la alegría disminuye:


Ha terminado otro capítulo en mi vida,



la mujer que amaba, hoy se me fue


Sí, definitivamente era ella. Pero una desolación inmensa abrazó su pecho, parecía tener brazos anchos, envolventes y con una fuerza tan brutal que lo oprimía impidiéndole respirar: “¿Por qué no quiere conocerme?”, se dijo, “Ya le explique quien soy”. Hace memoria, y espera no estar equivocado. Recuerda cada detalle específico: Él, dispuesto a marcharse del restaurante, con algo de comida para llevar. Ella, en la mesa lateral a la puerta, inspeccionando la carta. La observó fijamente, y se paralizó un instante frente a ella y su amiga. Ninguna notó su presencia. Recuerda la delicadeza con la que ella hojeaba el menú y, también, como pronunció en voz alta y calmada:


-Escucha esta vaina: “Pasta Capresa. Ud. se preguntara, querido cliente, ¿Qué tiene de especial un platillo tan común en un sitio tan abrumador? Bueno, yo le aseguro que en cada bocado sentirá la dedicación con la que nuestras empleadas seleccionaron, unieron, cortaron y cocinaron los ingredientes de los cuales resultarían las más sutiles y gustosas hebras de pasta casera, que, junto a los mas deliciosos tomates cherrys, trocitos de queso de cabra y pedacitos de orégano importado de Italia, crearan una sinfonía de sabores exquisita e inigualable. Usted no será capaz de afirmar que cenó en el MMBChef, porque sentirá que habrá comido en el Olimpo, junto a Zeus y sus dioses”. Daría lo que fuera por conocer a la persona que describe un plato de comida con tanto amor.

-¿No es algo exagerado?- preguntó la amiga, y ambas rieron estruendosamente.

No estaba equivocado, recuerda perfectamente aquel instante. Desesperado, escucha en un tono moderado y melodioso, la voz de Willie Colon pronunciar:

La he tratado de olvidar,



mas sin embargo la recuerdo más



no se asombre



si ven a un hombre llorar.


Varios minutos después, continúa sentado frente a la computadora, en posición fetal y tambaleándose un poco. Una luz naranja, le avisa que ella ha escrito:


-Hey, Armando ¿Estas allí?


Un aire frío recorre sus huesos y le acelera las pulsaciones. Quizás todavía desea conocerlo, y su respuesta anterior fue una táctica, porque se ve que no es fácil: “No, no es fácil y, definitivamente, tiene deseos de conocerme” dice. Y, entonces alcanza a enviar:


-Bueno, no nos conocemos, pero…


Micaela ha finalizado sesión.

-Un día dijiste que te gustaría hacerlo.

Por mi madre yo te juro a ti cosa buena



que si no vuelves yo me voy a volver loco.

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