domingo, 23 de octubre de 2011

Falso escrito

   Mastico al mismo ritmo que él lo hace. Parece distraído. No. Se ve falsamente distraído. Tomamos el vaso al mismo tiempo, y de nuevo lo bajamos al unísono. Ninguno de los dos bebió.   

-No he podido comer– le dije.

-Yo sé.

   Solté los cubiertos, apoyé los codos sobre la mesa. Con las palmas me sostuve la frente. Cerré los ojos. Tuve un momento de falsa tranquilidad. Me concentré en la ansiedad: en su sonido angustioso, que en realidad son mis latidos de corazón, en las palpitaciones de las venas a los costados de la cabeza y en lo placentero que se siente no ver nada. Santa oscuridad.

¡Despierta! Me dice la luz del comedor que esta sobre la mesa. Encandila mis parpados, y los ilumina con un reflejo naranja. Abro los ojos. Está revisando el teléfono. Hace un rato sonó y no contestó. Sonó y no lo tocó. Me mostró un falso desinterés, porque ahora sé que le interesa.

-No quiero más- le digo.

Me voy a acostar, y no lo siento venir. Ni mirarme. Quiero vomitar. Falso orgullo. Le muestro mi falso orgullo mientras un genuino miedo me convence de que se va ir. O ya se fue. 

O es un falso abandono o es un falso amor, pero ahí se queda.

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