martes, 20 de julio de 2010

"Solo porque alguien no te ama como tu quieres no significa que no te ame con todo su ser"

Bueno es el cuento más largo que he hecho. Llevo algún tiempito modificándole ciertas cosas, pero la esencia siempre fue la misma... ¿Dedicatoria? Por supuesto.

-Yo te decía quédate conmigo y tú me decías ya deja el drama- escribió él.

Un minuto después envió: Perra es perra.

-Lo siento, papi –escribió ella- Te amo.

La muchacha observó la conversación hasta que el Messenger le indico que él se había desconectado. No obtuvo respuesta a su mensaje, ni siquiera sabe si fue leído. Permaneció estática varios minutos frente al monitor. Luego miró su reloj, la 1:00 de la madrugada, 14 de julio del 2010. Los ojos le ardían, como cuando son expuestos al agua de la piscina, entonces los roció con un poco de colirio. Apagó la computadora, se acostó y permaneció estática toda la noche.

Pasados 5 o 6 años, un viernes a las 6:00 pm, se encontraba caminando por la Castellana. Las cosas no habían cambiado mucho a sus 24 años, la plaza seguía siendo un sitio frecuentado por los jóvenes, al igual que McDonald’s que ahora, en vez de tobogán y piscina de pelotas, tenía maquinas de videojuegos de última generación. Venía de la casa de su editor, caminando despacio, porque los tacones comenzaban a molestarle. Al pasar frente al sitio antes conocido como el León, sintió unas ganas enormes de tomarse unas birras, con sus panas, los verdaderos.

Su físico había cambiado. Siempre había sido una joven delgada y sencilla, cándida pero atractiva. Ahora disfrutaba de un cabello largo, ondulado y negrísimo que llevaba suelto, y se movía a la velocidad de sus pasos. Su rostro se enmarcaba de una manera preciosa y todavía conservaba su hipnotizadora sonrisa. Estaba más rellena, eso sí, aunque igual de atractiva. Llevaba un vestido corto, color vino tinto que contrastaba con su piel morena.

Se detuvo en la esquina del restaurante tailandés, obstinada de caminar, y movió su mano frente a un taxi que estaba ocupado. Pasaron algunos minutos en los que no vio pasar a ningún otro. Sacó el teléfono de su bolsillo y le escribió a su editor: “Los pies me están sangrando de nuevo, no pasa taxi ¿Me puedo quedar en tu casa?”. Mientras el teléfono anunciaba que el mensaje había sido enviado, una mano se posó sobre su hombro. Mariaemilia volteo y grito asombrada:

-¡Francisco! ¡Papi! ¡Cuánto tiempo!

Los amigos se abrazaron fuertemente, gritaban de emoción. Francisco la separó de su pecho, colocó sus manos sobre los hombros de la chica y observó su rostro. Mariaemilia no paraba de hablar: “¿Qué haces aquí? ¡Coño, me están sangrando los pies!, ¿De dónde saliste loco? ¡Nojoda, no pasa ni un taxi!”. El joven permaneció callado, ignorando el bombardeo de preguntas y la detalló por varios segundos. Detalló su maquillaje, su cabello, y sobretodo su sonrisa. Luego dijo:

-¿Nos tomamos unas birras?

Mariaemilia aceptó la petición y subieron al restaurante de comida tailandesa. Mientras caminaban Francisco le contaba las bendiciones de la comida tailandesa: “El arroz que dan aquí es exquisito”. Entraron al local tomados de la mano. Al llegar la anfitriona se acercó a ellos:

-Buenas noches –dijo- Bienvenidos ¿Mesas para dos?

-No se preocupe- Respondió Francisco- Nos están esperando.

En la esquina del fondo un hombre de unos treinta años les saludaba sonriente, a su lado estaba una mujer rubia charlando con un hombre calvo mayor. Se acercaron a la mesa y Francisco tomo una silla extra. Antes de sentarse, saludó al grupo y le entregó una cajetilla de cigarros a la rubia, después dijo:

-Miren, ella es Mariaemilia- señalando a la muchacha a la vez que ella ofrecía su mano a los desconocidos.

Ambos se acomodaron. Francisco ordenó las cervezas y el arroz prometido. Mariaemilia estaba algo incomoda, no tenía la facilidad de socializar rápido. Mientras los amigos discutían si debían ordenar whisky o coñac, ella sacó el teléfono y vio varias llamadas perdidas de su editor, junto con un mensaje de texto: “Dale pues, vente. Me encanta que te quedes conmigo, compré juguetes nuevos”. Rápidamente apagó su teléfono. Francisco se acercó y le susurró:

-¿Quién es? ¿Tu novio?

-No vale – dijo sonriendo- Mi editor, preguntando vainas del trabajo, nada importante.

Después de haberse tomado varias cervezas, tragos de coñac y tres vasitos de vodka, Mariaemilia se integró a la conversación. Se sentía bastante cómoda, los amigos de Francisco eran escritores, como ella. Hablaron de cine, libros, festivales y del último invento de Apple:

-Fíjate chica- Pronunció la amiga rubia- que crearon un programa que decodifica los sonidos de la mente y luego la computadora te dice el nombre de la canción en la que piensas.

El reloj del restaurante señaló que era medianoche. Distintas mujeres aparecieron en el local, bailarinas temáticas. Un grupo dio inicio al performance, mientras el resto les ofrecía licor a los clientes. Una de ellas se acercó a su mesa. Llevaba una falda larga y el pecho cubierto con una tela ajustada. Usaba el cabello recogido por una enorme pinza dorada. La mujer se movía suavemente, al ritmo de la música oriental, y en sus manos llevaba una botella de vodka. Se aproximó hacia Mariaemilia e inclinó la botella arriba de su boca. Ella tragó el líquido y, cuando terminó de beber, tomo a la bailarina por un brazo, miró a Francisco y la beso en la boca. Fue un beso de diez segundos, intenso y apresurado. Cuando la bailarina se marchó, todos la miraron sorprendidos:

-Así es Mari- dijo Francisco riendo- igualita toda la vida.

A la 2:30 de la madrugada, Mariaemilia se encontraba de nuevo en la esquina tratando de conseguir un taxi. Sus pies aun dolían, pero no le importaba. Después de un rato de risas incontrolables con la chica rubia, llegó un taxi. Los tres amigos de Francisco se despidieron.

La joven se sentó en las escaleras de lo antes conocido como el León. Estaba descalza, sostenía los tacones con las manos y colocó la cabeza sobre sus rodillas, con la mirada hacia el suelo. Francisco se acercó a ella. Se sentaron un rato a comentar como había cambiado el McDonald’s, la hacienda la Estancia, la Central y el resto de Caracas. Ella se acercó a él, y se recostó en su hombro:

-Antes no hubiésemos podido estar aquí, a estas horas ¿Te acuerdas? – Dijo suspirando- En cualquier sitio te mataban. ¿Qué arrecho no? Que arrecho como todo cambia…

-Hay cosas que nunca van a cambiar, Mari.

Francisco se acercó y la beso en los labios, de manera sutil, rozándola solamente. Tomó sus zapatos y los colocó en las escaleras. Sobó sus pies adoloridos y muy despacio le calzo los tacones. La joven lo miró con ternura, algo nostálgica, como cuando se ve a un hermano perdido o a un cómplice tras las rejas. Un taxi pasó frente a ellos y Francisco corrió a detenerlo. Busco a Mariaemilia y la montó en el taxi:

-Tome señor – Dijo Francisco dándole un billete al taxista- ¿Dónde te deja Mari?

-En la Urbina – Dijo ella mirándolo – Pero tú te vienes conmigo.

El auto arrancó y comenzaron a besarse. Se besaban sin detenerse, por lo que varias veces se ahogaron con saliva. El taxi se detuvo cerca de un parque abandonado y una antigua pizzería. Bajaron tomados de la mano y entraron al edificio. Se besaron en la entrada, en el ascensor y en el pasillo del piso 20. Mariaemilia intentaba buscar las llaves en su cartera mientras Francisco la recostaba contra la puerta de su apartamento. Sobaba sus caderas por encima del vestido y olía los restos de perfume en su cuello. Cuando por fin entraron, se inmutaron al ver el paisaje. A través de las grandes ventanas, se asomaba una Caracas tranquila, llena de lucecitas blancas y amarillas. Bajo el cielo oscuro, las viviendas montañesas continuaban imitando un pesebre navideño. Permanecieron varios minutos observando, extasiados, hasta que una sirena de ambulancia acabó con el silencio.

Ella pasó a su habitación, lanzó sus tacones Aldo y se dirigió a la cocina. Francisco continuaba disfrutando la vista desde el balcón. Ella se acercó con una botella de champagne y le susurró:

-Mucho más lindo es el amanecer.

Francisco tomó la botella y derramó champagne en su cuello. Observó como el líquido se deslizaba por la piel y entraba a su escote, manchando su ropa. Luego, le apartó el cabello de la espalda y bajó el cierre hasta que el vestido cayó sobre sus pies. Continuó esparciendo licor por el torso desnudo de su compañera y comenzó a lamerla. Succionaba cualquier rastro de bebida como un alcohólico desesperado. Ella gemía suavemente, y con ambas manos intentaba despojarse del diminuto biquini que cubría su sexo.

El joven la recostó en el sofá del balcón. Se despojó de sus zapatos de punta café, de su camisa negra y de su pantalón oscuro. Conservó las medias y el interior, como en los viejos tiempos. Ambos se miraron fijamente. El reflejo de la lámpara sobre los ojos de Francisco los hacían ver más brillantes, más verdes. Se arrodilló frente a ella y, colocando las manos sobre sus caderas, deslizó suavemente el biquini desnudándola por completo. Mariaemilia temblaba, su ritmo cardiaco se incrementó, y comenzó a sudar. Francisco introdujo un dedo en su vagina.

La muchacha gemía estruendosamente. Los desenfrenados movimientos de caderas acompañaron el movimiento de sus dedos, de su lengua. Francisco tenía años sin experimentar aquella sensación. Su vista se nubló, sus brazos temblaban. Se subió de rodillas al sofá. Acomodó las piernas de la chica sobre él, escupió sobre su vagina y la penetró fuertemente. Mariaemilia cerró los ojos por un instante, y al abrirlos observó el rostro de su pareja.

El movimiento fue intenso. Estuvieron bastante tiempo copulando, repitiendo la escena después de cada eyaculación. El reloj anunciaba las 5:50 am. El amanecer los tomó por sorpresa, junto con el último polvo de la velada:

-Mari– pronunció el joven aun estando dentro de ella- me tengo que ir.

-Quédate conmigo, por favor.

-No puedo – dijo él separándose- estoy casado.




Es mi primer relato erótico, no sean tan duros. O mejor si.

9 comentarios:

  1. Marielisa, confieso que este es el primero relato completamente erótico que he leído y la verdad... creo que me gustó, leeré más.
    Qué lástima que esté casado, pero no importa, lo prohibido es lo mejor. Me encanta, sigue escribiendo.

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  2. No parece el primero, de verdad. Está muy bien, me gustó mucho! :)

    Tal vez deberías acentuar un poco más las conexiones emocionales. La conversación del principio me dejó un poquito picada. Pero el resto estuvo muy bien, se te dan este tipo de relatos, keep going! ;)

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  3. Me parece que quedó muy bien el cuento. Tampoco había leído un relato erótico como tal jaja; pero me gustó, eso sí, pendiente con los acentos y los guiones, nena, (deben quedar pegados a la acotación del narrador) pero bueno, son detallitos mínimos.
    Felicitaciones =)

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  4. Muy buen relato. Imagenes mentales generosas, quiero decir que me has dado algo con que imaginar mientras leía, anexado a eso tiene un crudo final con el respectivo toque de realidad.! bueno. Muy bueno ;)

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  5. Como ya te dije antes solo tengo una palabra para definirlo... Intenso!! De verdad muy buen cuento, como que deberías seguir con relatos así no parece el primero!

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  6. mariiiii EXCELENTE 20PTOS PRIMER RELATO EROTICO Q LEO DE MANERA OBJETIVAMENTE demaciado bueno d principio a fin cada parrafo mas bueno q el anterior combinando un toq d picardia y sutileza q nos obligaba a no kitar la mirada de cada linea excelente
    pd:kede pikado con el final jeje historias tan intensas como la vida misma cierto?cualkier similutud con la realidad ,.....es pura coincidencia

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  7. its really good lol, im actually at work and for some reason i was in someones twitter and i found this good job

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  8. A mi me encantó! Así que gracias por compartir esto. Encima entré al sitio de pura casualidad porque estaba buscando apartamentos Buenos Aires, y me encontré con esto y lo leí y realmente me encantó haberlo leído! Ya mismo se lo estoy recomendando a mis amigos :)

    Gracias
    SAludos!!!

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  9. Gracias a todos por sus comentarios, y gracias Ana por recomendarselo a tus amigos. Me encanta que le guste lo que escribo. Un beso.

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